type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: febrero 2006

27.2.06

Anestesia docente


Hace dos años trabajé un solo día como profesor en un colegio secundario privado de Zona Norte. Había dejado de trabajar en la municipalidad, estaba profundamente enamorado, tenía únicamente 3 comisiones del CBC y necesitaba plata para irme a vivir con ella, con lo cual salí a buscar lo que fuera. Una amiga me hizo la onda y en el comienzo del tercer trimestre, vale decir, en septiembre, me llamaron. Recuerdo pocas cosas de eso: principalmente, que no había preparado absolutamente nada – me llamaron un jueves, tomé el curso un viernes, y al otro jueves ya había renunciado -, que dar clases ahí me parecía un desafío absoluto a nivel paciencia y que sabía de antemano que mi misión no era enseñarles algo sino que los adolescentes no se asesinaran entre sí .
Renuncié sin querer hacerlo pero sintiendo un gran alivio al hacerlo; los motivos eran bastante prácticos, así que los elimino.


El otro día volví al colegio a reasumir mis tareas inconclusas; mientras iba en el tren a las 6.45 de la mañana no entendí demasiado bien por qué volvía: ¿demostrar algo?¿necesidad de plata?¿incontenibles deseos sexuales contra niñas de 16 y 17 en jumper? No pude descifrarlo. Llegué, fui al despacho de la directora que me miró con cara – y no sólo con cara, sino con palabras que eran obvias en su rostro – de: "¿no vas a volver a hacer lo mismo, no?", la miré con cara de: "la verdad es que no sé", nos sobreentendimos a través del humo del té y fui por un pasillo ( el cual recordaba de una forma muy distinta) al curso.

Todavía estaban en recreo; ví al pendejo rubio insoportable de 2° EGB - que hacía bastante había conocido la fama televisiva - que no había parado de hablar hace dos años y al que había querido asesinar; bajé la vista, gran error. A mis espaldas se escuchó un "ah, las vueltas de la vida", "qué feo es volver con el caballo cansado", pensé la letra de un tango – Viejo Smoking, cantada por el uruguayo más famoso –, la sufrí como una estaca clavada en el medio del culo y seguí caminando. Doblé el pasillo – que ahora me doy cuenta, recién ahora, se parecía mucho más a la sede del CBC que a mi recuerdo del colegio de hace dos años– y ví a un grupo de cinco o seis chicas, vestidas con el jumper.



Algunas estaban sentadas, otras apoyadas contra la pared pero todas miraban el reloj de una de ellas; mientras me daba cuenta que al menos éstas no me reconocían, empecé a escuchar una cuenta regresiva: diez, nueve, ocho… estaban esperando que se hiciera en el reloj la hora exacta en que una de ellas, la del jumper más corto, había nacido para empezar a cantarle el feliz cumpleaños. Sentí ternura y nostalgia por el tiempo libre que siempre parecía poco en esa época y que siempre era demasiado; sentí un pinchazo tranquilo, sin dolor, pero un pinchazo, otro; me miré la ingle: ¿se me había parado?; no, me estaban cosiendo y no dolía, no dolía nada.

26.2.06

Rating de odio



Hacia fines del 2001, veía el programa de Hadad y de Laje y de Feinmman, ese nefasto programa "Después de hora", con una única finalidad: putearlo e indignarme.
Hoy, cinco años después hago lo mismo, en el mismo canal, en el mismo horario pero con otro ser detestable, que parece que representa cierta inteligentsia rosarina: Gerardo Rozín, un gordo pelotudo; y si fuera flaco, sería un flaco pelotudo.


Ah, qué bien hace descargarse.

24.2.06

Bellatín, el dolor de cuerpo

La verdad es que no sé bien si me gustó La escuela del dolor humano de Sechuán de Bellatín; sé que debería haberme comprado Flores pero la verdad es que primó otro criterio: Flores tiene 10 páginas más y cuesta 20 pesos más que la Escuela, lo cual generó varios posts inéditos que serán editados alguna vez.
¿Por qué no sé si me gusto? Principalmente porque es un texto bastante arisco de leer, poco generoso para el lector y poco generoso en cuanto historias; no porque no cuente historias, de hecho hay varias y conviven paralelamente como instancias de una ley científica, artística, tradicional o política que debe demostrarse. Esa ley la explica muy bien
acá Ariel Schettini, quien en un práctico de Teoría y Análisis, totalmente tirado recostado sobre el escritorio preguntó: “¿No me parezco a Federico Kleimm?”

(2)

La idea básica de Schettini es hacer una reconstrucción del concepto de dolor como una representación de una autoridad omnipresente y que se corporiza siempre. Uno, de hecho yo lo hice, juega la carta más fácil cuando interpreta a Bellatín y dice: ah, pero esto ya lo dijo Foucault, una frase absolutamente idiota. Schettini no la simplifica tanto y prefiere establecer el puente de interpretación con el Leviatán de Hobbes.

“Ese monstruo (que indefectiblemente tiene la silueta del verdugo, la omnisciencia del juez, y la técnica disuasiva de la policía y el pedagogo) cuando es el que ahoga a los niños, el que corta los dedos de los que no votan (1) , el cómplice de los padres en la escena terrorífica del castigo, es la víctima y el victimario, es el que puede mostrar cómo se puede sacar provecho del dolor, y el que le saca provecho, la bestia feroz que inicia toda la literatura.”

La escuela del dolor humano, obviamente (o no tanto porque recién me dí cuenta con Schettini) tiene que enseñar algo; y qué enseña? Enseña, principalmente, los castigos corporales; porque en Bellatín el cuerpo, el castigo y el consiguiente dolor son una corriente continua e inescindible; la Escuela es el Estado de Autoridad, el Leviatán, el que tiene el poder de interpretar, de actuar, de reprimir, de elegir la religión oficial, etc. Una vez que uno tiene esta especie de guía, el texto de Bellatín parece bastante menos de lo que era cuando uno lo leía sin entenderlo del todo. En definitiva, la escuela del dolor humano está compuesto por una serie de reglas étnicas-comunitarias: cuando los voleibolistas de la región votan, se les cortan los dedos; cuando hay dos niños en una misma familia, al segundo se le cortan los testículos, etc.; de alguna forma, uno se encuentra con una mímica de las leyes de naturaleza del Leviatán.

Y la verdad es que parece bastante raro esto al cotejarlo con cualquier reportaje de Bellatín, por ejemplo,
este o este, donde independientemente de lo hartante que resulta su postura – porque no puede ser otra cosa que una postura adolescente –, él mismo pareciera evitar el concepto de ley, el concepto de tradición, el concepto de escritor con biografía trasladada al texto. Aunque quizá esto no sea tan así; la tradición – en este caso, la “literatura latinoamericana” – tiene sus reglas, no importa cuales pero debe tener algunas y cualquier otra tradición que quiera convertirse en “la” tradición – en “la” nueva literatura latinoamericana – también debe imponer sus propias leyes; quizás esto es lo que quiera hacer Bellatín, alguien al que, evidentemente, no le faltan pretensiones y ambiciones. Y para ganar el poder, hay que volver al Estado de Naturaleza, matar y luego jugar a ser el Leviatán.

(1) en realidad, les cortan los dedos no por no votar, sino por votar, algo que a Schiettini se le pasa y de lo cual se le derivan una serie de cuestiones raras y mal argumentadas.
(2) This picture was taken from this excellent fotolog. Visit him if you like playmobils and good pictures

23.2.06

Dog Day Afternoon: respuestas fáciles e inesperadas


Andrea, así dice el cartelito de la chica que me gusta del Blockbuster de mi barrio, me repitió las películas que me alquilé hoy: "Carne de perros". Bueno, no; era "Tarde de Perros" o Dog Day Afternoon, de Sidney Lummet, con Al Pacino y Sidney Lummet, basada en un hecho real.

Al principio, la película parece no trascender nunca de una fórmula bastante conocida: ladrones no demasiado profesionales pero carismáticos que se ven en el medio de un tremendo operativo policial y del cual parecen no poder escapar.¿Cómo no estar del lado de los ladrones de un banco, si los ladrones sólo se pueden llevar solo 213,000 U$S?¿Cómo no estar de su lado si son dos ex-combatientes de Vietnam que no consiguen trabajo en 1975?¿Cómo no estar de su lado si uno de los que roba el banco tiene como principal motivo pagarle la operación de cambio de sexo a su novio?¿Cómo no estar del lado de quienes ponen en rídiculo a la policía y convierten un robo bastante mal diseñado en un show mediático?¿Cómo no estar del lado de Al Pacino?¿Cómo no estar del lado de John Cazale, si él también tiene miedo a los aviones?.
Al final, la película también recurre a fórmulas conocidas pero de otro orden:¿Cómo no haber anticipado la respuesta a esta simple pregunta ética: ¿quién la pasa mejor: un egoísta enamorado o un kantiano estricto?

Advertencias


A partir de mañana, Playmobil Hipotético redescubrirá los sueños anestésicos y se pondrá de pésimo humor. Descúbralo en las próximas entregas de esta vida inoperante.

Odiamos a bitacoras.com


La cosa es así: la situación actual en el país de Bitacoras.com - donde desde hace una semana no me permiten la utilización del lenguaje - me ha obligado a emigrar, de manera definitiva, acá.

Playmobil Hipotético
refugiado político