type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: octubre 2008

28.10.08

Los paranoicos y cómo salir de la neurosis


(varios spoilers)

En general, los guiones que hacen los primeros guionistas son malos; tratan acerca de gente que tiene problemas comunes, problemas neuróticos, del estilo que no pueden decidirse, que no pueden elegir una carrera, que no saben qué hacer de su vida. Esos guiones son malos no por el problema en sí sino porque los guionistas noveles no saben cómo carajo transformar ese problema en acción y todo terminan en choclos de diálogos, en el mejor de los casos, ingeniosos.

Los paranoicos tienen dos grandes cosas; la primer gran cosa que tiene es mi mejor amigo imaginario, ese que siempre te sorprende con algo en lo cual vos estabas pensando y que no sabías cómo contar, excepto con un largo diálogo, en el mejor de los casos, ingenioso. Ese es Daniel Hendler.

La segunda gran cosa es cómo contar una historia de un neurótico (o un paranoico; la diferencia es metafísica, al menos habiendo dejado terapia en el medio); Luciano (Hendler) es un guionista que siempre está a punto de terminar de escribir un guión y nunca lo hace. Un día, vuelve un amigo guionista que lo puso como protagonista de una serie bastante trillada. Obviamente, el amigo es el antagonista; es el ganador, el canchero, el confiado en sí mismo, el que lo gasta constantemente.

Inmediatamente, el espectador quiere que gane Hendler (más que nada, porque es Hendler) y también porque todos tenemos un amigo que se cree mejor de lo que es y, principalmente, porque se cree mejor que nosotros. Lo bueno de Luciano es que no habla o si lo hace, lo hace de una manera entrecortada y ridícula, tanto como si le fuera imposible salir del remolino de palabras de un neurótico tímido.

Ahí, uno podría hacer al antagonista más antipático, es decir, le podría demostrar al espectador que encima de canchero, es malo, perverso; por ejemplo, que caga a Luciano, que le mete los cuernos a Jazmín Stuart, que le come los dulces a los niños. Esa es la opción fácil. Lo que hacen Los paranoicos es lo contrario; es decir, dejar a Luciano en una larga sucesión de porros y vómitos de borracho hasta que descubre que Jazmín Stuart es más interesante que su propia neurosis, que sus propias ideas. Y entonces, cuando el antagonista le pregunta a Hendler: ¿yo te hice algo malo?, Hendler sólo puede decir: ¿por dónde se fue? Porque obviamente, el antagonista de un tipo como Luciano es un tipo exitoso pero porque él mismo quiere ser exitoso; es claro que el antagonista “real” es él mismo y que, en cuanto pueda salir de la maraña de mierda neurótica, el antagonista “ficticio” se hace ficticio y ridículo a la vista de todos.

Y entonces, la vuelta de tuerca es cómo un tipo que empezó siendo un perdedor nato, un tipo destinado a un trabajo ridículo y a una vida sexual inexistente, se termina convirtiendo en alguien que caga al amigo exitoso, que independientemente de que era un gil, lo ayudaba en su carrera.

20.10.08

Así te recibe Parque Patricios



Me bajo del 6 en la Avenida Jujuy con mi valija verde con rueditas a las 11 de la noche. La avenida, como siempre a esa hora y a esa altura, está vacía. Mis dos primeros pasos se ven interrumpidos por un pico de botella, el cual piso. Dos pasos más se interponen con un picor en la nariz; faltará sólo un paso para reconocer que ese picor es gas lacrimógeno, como el de la cancha y como el del 20 de diciembre.
Miro hacia la avenida que queda atrás y cuatro patrulleros están clavados mientras los policías deben reírse. Miro hacia la otra avenida y cuarenta hinchas de Huracán se suben corriendo y desesperados a varios colectivos escolares.
En el medio de la nube de gas lacrimógeno, las ruedas de mi valija hacen ruido contra el vidrio roto. Tardo media hora en hacer las tres cuadras que me separan de mi casa.

12.10.08

Dos opciones para ¿Cómo desaparecer completamente?


¿Qué cosa mala puede pasar si algo tiene el título de una canción de Radiohead y si en la tapa del libro hay un tipo agachado con unos pijamas ingleses, en el mejor estilo de reviente de Trainspotting?

En Cómo desparecer completamente, que no trata acerca del sueño que Thom Yorke tuvo cuando volaba Irlanda, Mariana Enríquez juega con una tensión evidente entre dos culturas urbanas: la del conurbano, rodeado de pobreza, marginalidad, drogas como subsistencia y ríos contaminados y la de Palermo, o más precisamente, la de la Bond Street, donde hay apertura mental, drogas como experimento, y gente copada que sí “te invita a su casa a dormir.”

El que no vive esa tensión sino que la soluciona casi sin pensarlo es Matías, el protagonista de la novela, que cargando con una historia personal de abuso sexual y neurosis extrema, y una familiar de muertes por narcotráfico, abandonos, suicidios frustrados y renovaciones evangelistas, cree que lo mejor, lo que lo va a salvar va a ser, no justamente desaparecer completamente, sino aparecer en otro lado, aparecer en Palermo.

El hecho de que Matías prácticamente no viva esa tensión como tensión sino como la huida al mundo perfecto genera una duda: o Enriquez cree efectivamente que la salida está en Palermo, en el mundo de las fiestas electrónicas y de las marchas homosexuales o cree que el problema es el propio protagonista, un pendejo bastante insoportable respecto de la autocompasión y la paranoia respecto de cualquier mirada externa a él.

Si cree lo primero, Como desaparecer completamente no es sólo políticamente incorrecto sino casi la justificación de un discurso concheto acerca de por qué las fiestas no deberían hacerse más allá del límite de Avenida Rivadavia y La Plata si Enriquez cree lo segundo, la novela se hace exponencialmente más interesante por la ironía que supone un verdadero escape hacia la nada, una huida que supone exactamente los mismos riesgos por los cuales uno huyó. Eso es más Radiohead. La primera opción es, no sé, más Spice Girls.

3.10.08

La Soufriere: el campeón de los estoicos


Se anuncia la erupción de un volcán en una isla de las Antillas Francesas y los diarios europeos registran que toda la población ha sido evacuada salvo un individuo que se negó a hacerlo. ¿Quién corre hacia las Antillas Francesas? Sí, claro, nuestro amigo del mes, Werner.
La Soufriere es como una especie de comedia de enredos puesta en un trasfondo de drama existencialista. ¿Cómo se comportan los adultos conscientes y autónomos frente a la cercanía evitable de la muerte? Se corren de ella. Ahora, si hay uno que no lo hace, ese debe ser un campeón de los estoicos, un Crisipo cualquiera.
Apenas llegan a la isla, todo es como lo prometido por los cables noticiosos; las calles desiertas, los semáforos que siguen dando rojo a nadie, los perros muertos de hambre; el decorado perfecto para el apocalipsis moderno. Sin embargo, todo empieza a fallar cuando uno de los camarógrafos de Herzog se olvida una de las lentes de la cámera mientras huyen de una emanación tóxica del volcán; encuentran, no a uno, sino a tres estoicos, los tres durmiendo.
Los despiertan y claro, no son estoicos sino que simplemente no les importa nada. Uno de ellos incluso dice algo así como “bueno, si quiere, usted puede evacuarme para que me reúna con mi familia pero también me puedo quedar y morir.” Y la cámara se aleja.
Es raro que un documental de Herzog dure tan poco, menos de media hora. Quizás la causa de esto es que el volcán nunca hizo erupción y nadie pudo demostrar su estoicidad.