type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: diciembre 2008

29.12.08

Cara de queso, la confirmación de un garca


En un blog maldito, escrito por un menemista confeso, se rememora a la década de los 90 como si hubiera sido la panacea de la clase media, algo que, por supuesto, no fue así o si lo fue, yo debía estar de viaje por Europa o pagando las cuotas de una heladera.
Durante mi adolescencia, que ocurrió en los 90, el mundo se dividía en categorías binarias y simples, sin ninguna duda sobre el criterio utilizado; por un lado, estaban los garcas que solían ser winners y por otro lado, estaban los loosers que sufrían por serlo, distinción importada que era una modernización de otra distinción, también importada pero durante la época del Rodrigazo, entre los populares y los no populares de la preparatoria estatal.
Cara de Queso es una gran película aunque le falten, al menos, 20 minutos para desarrollar todo el potencial que evidentemente está. Quizás la falta de presupuesto – poco probable – o quizás la necesidad de dar una imagen de panorama cotidiano que no necesariamente siga las reglas de bronce de taller de guión, terminan convirtiendo a Cara de Queso en una película más parecida a un histeriqueo detenido por el vómito del histeriqueado que a uno detenido por el mero placer de continuarlo luego.
Cara de Queso está ambientada en los 90 y eso no se ve pura y exclusivamente en las noticias que ve el padre del protagonista sino en una escena símbolo de esa distinción tan adolescente y simplista que nos mantenía unidos a nosotros, los futuros neuróticos de la clase media. El hermano de Cara de Queso tiene una novia judía como él, que es algo así como la prolongación de la madre del protagonista Ariel y no por su parecido físico sino por la combinada imposibilidad de salir de la sociedad matriarcalizada del judío burmaniano de Once.
La novia prácticamente vive en casa de ellos y aunque aún no tuvieron relaciones sexuales propiamente dichas, ello no impide que él le pida constantemente que se la chupe y ella se lo niegue. ¿Cómo salir de esa situación dilemática? El novio decide romper la relación, confesando un supuesto problema existencial propio del judaísmo y de la necesidad de romper el matriarcado. Ella llora. Él se mantiene firme. Luego de un silencio casi sepulcral, él le pregunta si lo quiere; ella dice sí; el dice entonces chúpamela y ella le dice sí. Y los dos se van de la mano, esperando que la adolescencia no termine nunca o que al menos los 90 se conviertan en un siglo.

(*)pic from here

18.12.08

El pederasta del barrio


Una compañera de secundario era la heredera de una casa de sepelios y se decía que para entrar en la casa tenías que atravesar distintos tipos de cajones, desde los hechos para la gente del barrio hasta los fabricados artesanalmente para los que se habían ido del barrio. El oficio de velatorista (digámosle de alguna forma) debe adquirirse de esa forma; por herencia. Nadie quiere ser velatorista pero alguien lo tiene que ser, del mismo modo que Shylock no quería ser prestamista.

Eso debe conducir a que si uno es hijo o sobrino del velatorista de X calle, uno puede desarrollar una personalidad y unas preferencias independientes del trabajo, de forma que por ejemplo, tengamos un pintor dadaísta que por la mañana aparta viejos lacrimosos y cierra cajones, un mal centrojás que por la madrugada sirve café y un chofer de limusina fúnebre que de noche sueña que cae dentro de una tumba.

Sin embargo, como todos vivimos en sociedad, uno imagina que esas cosas se esconden en el trabajo. No pasa lo mismo con el velatorista pederasta de mi barrio. Hace algunas semanas, ahora que cambié el chino del barrio por el Eki, no deja de parecerme excesivamente extraño el cartel que está en la puerta de la casa de sepelios. “Si sus pequeños llegan a tener algún problema con un extraño a la salida del colegio o alguien los roba mientras vuelven a su casa, dígales que se refugien aquí, donde los cuidaremos y confortaremos.” El niño, por supuesto, encantadísimo de entrar y probar la mortajita en el cajoncito especial.

Ahora que llega la navidad, señores padres, ustedes se preguntarán dónde hago que mis hijos tiren la cartita para Papá Noel y para los Reyes Magos. Bueno, no se preocupe, porque el mismo velatorista ha puesto, al lado del previo anuncio, el siguiente cartel adornado con globos y cruces: “Chicos, chicos: entren y déjenle la cartita a Papá Noel y los Reyes Magos.”

(*) pic from here