type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: abril 2009

26.4.09

Bésala, bésala

¿Cuál es el final que nos promete Hollywood? El beso, el símbolo del amor perpetuo que nunca podrá romperse. Cada vez que pudo, John Ford intentó romper esa promesa, algo que no siempre le dejaron hacer.

My Darling Clementine es el ejemplo más claro; desde el título, uno espera que la tal Clementine aparezca y no sólo enamore profundamente al protagonista – en este caso Wyatt Earp (Henry Fonda) - sino que ella también se enamore. Sin embargo, la película es de otra cosa y Clementine no sólo va hasta Tombstone buscando a otro hombre, sino que su relación con Wyatt no excede por mucho lo amistoso; de hecho, Wyatt Earp está enamorado de ella pero de esas formas tan tremendamente relacionadas con el físico angelado y no sensual y tan poco relacionadas con cualquier otra cosa.

Llega el final de la película: Wyatt se va del pueblo a alguno de los cementerios preferidos de Ford y se encuentra con Clementine a quien, por cierto, se le murió su objeto de amor original. El plano es este:

En el medio del plano, separándolos, un caballo; del lado de Henry Fonda, cielo, aire, nada; del lado de Clementine una cerca. El punto es clarísimo: Henry Fonda está libre para amar, Clementine todavía está aprisionada dentro de un amor frustrado. Lo mismo se repite acá abajo.

Henry Fonda se va hacia el camino abierto. Clementine se queda en el medio de la cerca. Entonces, ¿qué tiene que pasar? Y no, no se tienen que besar.

Ford preparó todo para que no se besen; no quería ceder al romanticisimo en una película que era sobre otra cosa y donde morían tantas personas (algunos criminales, otros estafadores, otros buenos, otros jóvenes, etc.); Clementine y Fonda se despiden con una vaga promesa de reencuentro y un apretón de manos. Sin embargo, el productor dijo que eso no funcionaba, que el público de la preview estaba indignado cuando no llegó el beso y que había que besarse. Entonces, otro director llama a los dos actores, les dice que se besen en la mejilla e inserta únicamente el plano del beso.

Por supuesto, con este plano la película no se convierte en una película de amor pero la gente se queda más tranquila si los actores se besan; la gente no ve ni el camino ni la cerca, lo único que quiere es pensar que un día de estos, cuando vuelva de su trabajo aburrido y gris, alguien le va a dar un beso y ese beso va a ser para siempre.

17.4.09

La diferencia entre la moral y la ficción


A la hora señalada tiene dos cosas geniales y una discutible. Primero, a Grace Kelly de la cual me podría enamorar a cada segundo. Segundo, este plano perfecto.
Lo discutible es el sheriff Kane. Hace muchos años Kane mandó a chirona (qué divertido es decir chirona) a una banda de cuatro hermanos que finalmente salen, porque en el Estados Unidos de esa época también había jueces garantistas. Mientras los hermanos están esperando a un cuarto hermano para tomar venganza, Kane – que acaba de casarse al tiempo que jubilarse – busca ayuda entre los ciudadanos para defenderse y defender el pueblo. Los únicos que quieren ayudarlo son los borrachos, los niños ávidos de aventura y los discapacitados; el resto del pueblo, incluso su ayudante, le dan la espalda. Kane está sólo ante la banda de los Miller que quieren su sangre.
Según lo cuenta el guionista, Carl Foreman, la situación de Kane es una metáfora de la soledad que sintió cuando se lo puso en una lista negra durante el maccarthismo. Más allá de que es cierto lo que decía Hawks respecto a la inverosimilitud de la actitud del sheriff frente a un peligro que tampoco es tan grande, lo irracional es cómo Kane reacciona frente a ese sentimiento de desamparo social. En vez de huir – algo que todos y cada uno le dicen qué haga, con todos los argumentos posibles -, Kane vuelve a ponerse la estrellita de hojalata y se queda. No se queda por el deber, no se queda por convicción de que eso es lo justo y no se queda por meras pelotas; se queda porque lo van a perseguir porque, por más que se vaya, lo van a perseguir donde sea. Él lo sabe y eso es una razón…¿para quedarse? ¿para quedarse exactamente ahí?
Kane no es el pistolero más rápido del Oeste con lo cual hay dos resultados posibles: o mata o lo matan. Si lo matan, su cuerpo queda tirado en el centro del pueblo y va a convertirse en el cadáver de la unión social, el que va a obligar a que cada uno de los ciudadanos se tenga que recriminar su inacción, su falta de cooperación y, antes que nada, la de los otros. Si no lo matan, Kane los va a haber matado y entonces va a arrojar su estrellita de hojalata al suelo y se va a ir sólo; esa salida solitaria hacia el horizonte inconmensurable del oeste, esa salida gloriosa e individualmente heroica, también va a callar al pueblo, reflexionando sobre su inacción, viendo cómo al final terminan triunfando los que se comprometen, los que ponen el cuerpo, es decir todos los que no son ellos. En cualquiera de las dos opciones, lo que hay es culpa, remordimiento.
Lo realmente metafórico de la película está precisamente en esto: si Kane se va, lo van a perseguir, pero lo van a terminar matando en otro pueblo y la culpa, la responsabilidad ya es menos evidente para el pueblo que lo abandonó. El hecho de que el desenlace tenga que producirse exactamente ahí, en el lugar donde todos le dieron la espalda, aumenta increíblemente la responsabilidad y el remordimiento del pueblo entero. Obviamente, el guionista Carl Foreman se mudó a Inglaterra mientras McCarthy tuvo poder.
(*) pic from here

7.4.09

Nunca más


Estoy en el nivel dos de natación. Me llamo Facundo y me gusta el color verde – porque le gustaba a ella -, camino con miedo en el barrio de Belgrano – porque ahí está ella - y vivo en Parque Patricios.

Tengo varios compañeros de pileta. Uno es el esposo de una sueca, otro es repartidor de Paty; también tenemos un corredor de telas en el Once, una oficinista, una sindicalista bancaria, una vieja que es bolche o está loca y Jorgito, como no hablar de Jorgito.

Jorgito es canoso, tiene los dientes para afuera y aunque es flaco, tiene panza con ombligo para afuera. Cuando llega al borde de la pileta, mira hacia el piso y empieza a contarnos, a uno por vez, lo que estuvo leyendo en Billiken pero con la entonación de la Ilíada: ¿vos sabés por qué las polillas cambian de color? Y ahí nomás te cuenta todo.

A veces, la gente se cansa de Jorgito: una vez, estábamos en el vestuario y un tipo salió en pelotas con un ostentoso collar dorado colgando. Jorgito se le paró y le dijo que era un muy bello ornamento barbárico, que así se le decía, y le contó la historia de los bárbaros, que se llamaban así porque no eran cristianos, mientras el otro se vestía. Jorgito estaba llegando a la historia de Francia cuando el del collar se levantó y empezó a caminar hacia la salida; Jorgito lo siguió porque todavía no había terminado y abrió la puerta del vestuario de hombres; ahí fue cuando las mujeres que estaban esperando para la revisación médica, se rieron nerviosas y otras le gritaron degenerado porque a Jorgito se le olvidó que estaba desnudo.

Jorgito es abogado. No sólo eso sino que es el peor abogado del mundo. Rindió nueve veces Derecho Procesal II; pasó por todas las cátedras, comisiones e incluso, durante sus veintidós años de estudiante universitario, asistió al entierro de cuatro jefes de trabajos prácticos. De hecho, se recibió porque empezaron a decir que era yeta desaprobarlo.

Ya el otro día empezamos a notar algunas presencias raras en la pileta: desde los balcones que dan a la pileta, se asomaban diez o doce hombres y medían a la distancia, discutían, se agachaban, entrecerraban un ojo y comprobaban las salidas. Jorgito quiso ser abogado desde los veintidós años, cuando en la tele pasaban el Juicio a las Juntas; Jorgito quería ser como Strassera; quería decir Nunca más y que todos lloraran y que todos supieran que él lo había dicho y que era por su gran sentimiento de humanidad que ellos lloraban.

A decir verdad, ya desde los primeros minutos de la clase, las cosas se empezaron a poner raras; el repartidor de Paty salió con un balazo en la pierna mientras hacía pecho y la bolche o loca se había resbalado en el piso mojado mientras corría gritando Luche y Vuelve. Jorgito aprovecha cualquier circunstancia en el juzgado para decir Nunca Más. ¿Quiere usted más café, doctor Jorgito? Nunca más.

La última vez que lo dijo fue en el juicio que le hicieron a unos mexicanos narcotraficantes que no se sabe bien cómo – o sí, pero es peligroso divulgarlo – terminaron en su estudio. Bah, Jorgito no tiene estudio; trabaja en la cocina del departamento de su madre, del cual nunca se ha ido. Jorgito hizo un alegato calcado de una película con Tom Cruise para demostrar que la droga encontrada en el departamento del narco, no era del narco. (la película trataba de empresas que contaminan el ambiente, venden cigarrillos y muy probablemente, ponen dedos de niños en los alfajores). “Así que señoría, señores del jurado, condenando a este hombre no sólo salvarán el medio ambiente sino que lograrán que nadie fume más. Nunca más”

El juez tardó diez minutos en otorgar su veredicto; nueve de ellos se los pasó llamando a sus colegas por los teléfonos internos para contarles la última de Nunca Más.

Empezaron a caer sogas desde los balcones y luego varios hombres armados se dejaron caer por ellas. Los guardavidas les exigieron que se pusieran la gorra de natación porque les veían caras de piojosos pero ellos los empujaron, y sacaron a Jorgito de la pileta. Jorgito salió pero no veía nada porque tenía las antiparras empañadas. Les preguntó, traviesamente, si existía la luz mala y antes de que empezara a recitar, lo recagaron a tiros.

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6.4.09


El problema con el porno contemporaneo es que las minas son muy putas.

1.4.09

duelo democrático


No puedo hacer otra cosa más que estar triste y sentir que hay personas que no deberían irse.