Andate, Gladys, dejame de romper las bolas
Escribí esto. Posta que sigo un toque asustado.
- 9. The girl aka Geena Peres –
La primer película de The girl aka Geena Peres se había rodado en 1993. En los créditos finales no aparecía este seudónimo de seudónimos, que no sólo sería conocido en el ambiente del género raping, sino que además iba a ser el primero de su especie en ser buscado y reclamado por los fanáticos. De hecho, esta primer película, Serial Abuser VI, se reeditaría varios años más tarde con un nuevo storyline, totalmente impensado años atrás: ¡¡¡The girl aka Geena Peres violada por primera vez!!!
El nombre bajo el cuál se había ocultado Geena Peres era más bien su función en la película: The Victim. Si uno comparaba con alguna de sus películas más recientes, difícilmente podía reconocer alguna similitud entre las dos imágenes; en aquella, usaba una peluca rubia, sus ojos, o más bien, sus lentes de contacto, eran marrones, y los rulos caían permanente sobre su cara y sobre el pene del atacante. Era claro que Geena Peres, como la mayor parte de las actrices de este género y de otros más respetados, aún tenía esperanzas de una oportunidad en lo que llamaban vagamente el negocio del entretenimiento que incluía absolutamente cualquier cosa excepto la penetración explícita. Ellas sabían la diferencia entre un consumidor de pornografía triple X y un periodista; sabían que el primero las reconocería cuando entraran en el negocio limpio pero que, por alguna especie de lealtad implícita pero pura, jamás lo dirían, mientras que los segundos primero llamarían a su banco para conocer el estado de sus cuentas y recién luego experimentarían un orgasmo contándole la noticia a su editor responsable y presentándoles la coincidencia entre el rostro, los créditos y la actriz pura y sana que ahora representaba.
En esa primer película, Geena Peres era abusada por dos negros que la reducían con navajas automáticas en una desolada estación de subte; la llevaban adonde terminaba el andén y mientras uno la penetraba por atrás, el otro le metía un miembro enorme entre los labios pintados de violeta; a fuerza de embates, Geena acababa con la mitad del miembro dentro de su boca, sin poder mover los músculos de la cara, con los ojos desorbitadamente abiertos, como si estuviera a punto de explotar; además de los gritos y los gemidos de los violadores, se escuchaba el ruido que producía el contacto de la cabeza del pene con su garganta, preanunciando constantemente una arcada. Sus ojos, a pesar de su apertura desmesurada, miraban a la cámara casi sin pestañear; parecía que hubiera reconocido a un individuo escondido detrás de una pared y lo llamara, le reclamara que interviniera, que se convirtiera en el defensor de su honor. Aún con dos penes en su cuerpo, Geena lograba mantener un mínimo de inocencia, de fragilidad, de esperanza.
Como es obvio, tal supuesto salvador no aparecía nunca; de hecho, en la próxima película, realizada un año más tarde, mientras otros dos negros abusaban de ella en un baño de un oscurísimo bar de Nueva Jersey, un supuesto salvador aparecía como un latino vestido de pandillero. Al principio, lucía sorprendido por la situación; incluso salía del baño. Los ojos de Geena lo seguían, esperando que volviera con sus amigos latinos a darles un merecido, o que llamara a la policía o que regresara con un matafuegos para ahuecarles el cráneo. Sin embargo, cuando el pandillero latino reingresaba, ya estaba lo suficientemente excitado como para que su cuerpo haga una maniobra malabarística y la penetrase por el ano, que ya estaba ocupado por uno de los negros, quien en vez de enojarse o sorprenderse, reía mostrando sus dientes contradictoriamente blancos y chocaba sus palmas contra las del latino. Tanto en la primer película como en la segunda, las escenas terminaban con las eyaculaciones de los abusadores sobre el rostro de Geena.
A pesar de la similitud en términos de cómo finalizar la escena, el director había tomado decisiones distintas en cada una de ellas y terminado por generar situaciones inversas. En la primera, la escena terminaba en el momento en que el rostro de la actriz era tapado por el semen de los atacantes; en la segunda, la escena continuaba algunos segundos más, los suficientes para que los directores de marketing se dieran cuenta del error. Los atacantes se subían los pantalones, le daban las gracias a Geena, y se retiraban corriendo del lugar del hecho; la cámara también se alejaba pero por algunos segundos mantenía como centro de la imagen a la victima, tirada en el piso, con un leve movimiento convulsivo, sin poder reincorporarse.
La primer película de The girl aka Geena Peres se había rodado en 1993. En los créditos finales no aparecía este seudónimo de seudónimos, que no sólo sería conocido en el ambiente del género raping, sino que además iba a ser el primero de su especie en ser buscado y reclamado por los fanáticos. De hecho, esta primer película, Serial Abuser VI, se reeditaría varios años más tarde con un nuevo storyline, totalmente impensado años atrás: ¡¡¡The girl aka Geena Peres violada por primera vez!!!
El nombre bajo el cuál se había ocultado Geena Peres era más bien su función en la película: The Victim. Si uno comparaba con alguna de sus películas más recientes, difícilmente podía reconocer alguna similitud entre las dos imágenes; en aquella, usaba una peluca rubia, sus ojos, o más bien, sus lentes de contacto, eran marrones, y los rulos caían permanente sobre su cara y sobre el pene del atacante. Era claro que Geena Peres, como la mayor parte de las actrices de este género y de otros más respetados, aún tenía esperanzas de una oportunidad en lo que llamaban vagamente el negocio del entretenimiento que incluía absolutamente cualquier cosa excepto la penetración explícita. Ellas sabían la diferencia entre un consumidor de pornografía triple X y un periodista; sabían que el primero las reconocería cuando entraran en el negocio limpio pero que, por alguna especie de lealtad implícita pero pura, jamás lo dirían, mientras que los segundos primero llamarían a su banco para conocer el estado de sus cuentas y recién luego experimentarían un orgasmo contándole la noticia a su editor responsable y presentándoles la coincidencia entre el rostro, los créditos y la actriz pura y sana que ahora representaba.
En esa primer película, Geena Peres era abusada por dos negros que la reducían con navajas automáticas en una desolada estación de subte; la llevaban adonde terminaba el andén y mientras uno la penetraba por atrás, el otro le metía un miembro enorme entre los labios pintados de violeta; a fuerza de embates, Geena acababa con la mitad del miembro dentro de su boca, sin poder mover los músculos de la cara, con los ojos desorbitadamente abiertos, como si estuviera a punto de explotar; además de los gritos y los gemidos de los violadores, se escuchaba el ruido que producía el contacto de la cabeza del pene con su garganta, preanunciando constantemente una arcada. Sus ojos, a pesar de su apertura desmesurada, miraban a la cámara casi sin pestañear; parecía que hubiera reconocido a un individuo escondido detrás de una pared y lo llamara, le reclamara que interviniera, que se convirtiera en el defensor de su honor. Aún con dos penes en su cuerpo, Geena lograba mantener un mínimo de inocencia, de fragilidad, de esperanza.
Como es obvio, tal supuesto salvador no aparecía nunca; de hecho, en la próxima película, realizada un año más tarde, mientras otros dos negros abusaban de ella en un baño de un oscurísimo bar de Nueva Jersey, un supuesto salvador aparecía como un latino vestido de pandillero. Al principio, lucía sorprendido por la situación; incluso salía del baño. Los ojos de Geena lo seguían, esperando que volviera con sus amigos latinos a darles un merecido, o que llamara a la policía o que regresara con un matafuegos para ahuecarles el cráneo. Sin embargo, cuando el pandillero latino reingresaba, ya estaba lo suficientemente excitado como para que su cuerpo haga una maniobra malabarística y la penetrase por el ano, que ya estaba ocupado por uno de los negros, quien en vez de enojarse o sorprenderse, reía mostrando sus dientes contradictoriamente blancos y chocaba sus palmas contra las del latino. Tanto en la primer película como en la segunda, las escenas terminaban con las eyaculaciones de los abusadores sobre el rostro de Geena.
A pesar de la similitud en términos de cómo finalizar la escena, el director había tomado decisiones distintas en cada una de ellas y terminado por generar situaciones inversas. En la primera, la escena terminaba en el momento en que el rostro de la actriz era tapado por el semen de los atacantes; en la segunda, la escena continuaba algunos segundos más, los suficientes para que los directores de marketing se dieran cuenta del error. Los atacantes se subían los pantalones, le daban las gracias a Geena, y se retiraban corriendo del lugar del hecho; la cámara también se alejaba pero por algunos segundos mantenía como centro de la imagen a la victima, tirada en el piso, con un leve movimiento convulsivo, sin poder reincorporarse.
2 comentarios:
sí Gladys, andate que ya nos aburriste...tanto que hiciste que el mismo escritor ponga su moralina, su pre-juicio, o como se llame y se asuste. Algo peligroso, seguramente lo cohartaste o lo hartaste, digamos... si escribís, escribí a full, si te asustás...andáte Gladys. Mejor... andáte. Hacenos el favor!
anonimo: sí, claro. A todos nos aburre mucho algo. Pero mucho.
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