Massacre y la repetición
La primera vez que fui a Obras fue en el 93, a ver The Ramones. Había tenido una larga conjuntivitis y en teoría tenía que usar unos anteojos culo de botella que claramente no usaba y que me hacían perder buena parte del mundo real. Ese día también tocó Massacre, una banda altamente desconocida excepto por un tema que había empezado a sonar en algún lado, Plan B.
Cuando este sábado le dije a Pailos que yo ya había visto a Massacre y a los Ramones, sentí que en algún punto, mi pasado de heavy metal y de punk, pero más que nada de trash metal, podía tener alguna consecuencia en mi vida actual, algo que me parece imposible desde el día en que dejé todos los casettes de Pantera y de Megadeth en la casa de mi madre, aquel lugar en el cual me parece imposible haber vivido en algún momento.
El recital de Massacre del sábado fue bueno por varias razones: porque el Mamut es realmente un gran disco; porque Diferentes Maneras también es un gran disco; porque siempre es sugestivo que al cantante de una banda le griten tantas veces gordo puto como a Walas y porque el Tordo es un gran violero; pero también, o principalmente, porque Obras ya no es la trampa mortal que era y eso te permite estar excesivamente adelante sin sentir la certeza epistémica de que el aire es completamente insuficiente, de que ese muchacho con ese cinturón de cuero no está haciendo otra cosa más que apoyarte y de que un pogo puede convertirse en la alfombra sobre la cual quede tu cuerpo.
Esto último no lo entienden los viejos fanáticos de los lugares pequeños y de la idea de barra brava de la banda, tan bien ejemplificada por el gordo petiso en cueros que le señalé a Fede como el organizador de los pogos y de los largos pasillos donde la gente con un poco más de juventud y con un poco menos de apatía por el mundo juega a que están en un recital de Los Pistols en el 74. El gordo, a pesar de todo se escondía de las cámaras, como me mencionaron después; después de todo, aquellos que son artífices no quieren ser protagonistas, pensará mientras se pone la remera, se toma el colectivo rumbo a Castelar y cuenta los días que faltan hasta el próximo recital de Massacre donde otra vez será el artífice anónimo del pogo.
(*) picture from here
4 comentarios:
Por Dios: qué recital. Confesémoslo de una vez: buena parte de la culpa la tiene ese porro magestuosamente confeccionado. El flash auditivo-móvil que me pegué no te lo puedo explicar.
Para mí una dosis módica de pogo, por favor.
Me quedo con el elogio lamborghíneo "gordo puto" con el que los fans regalan a Walas. Ya me bajo El Mamut.
mandarineado, así cualquiera.
Yo también tengo conjuntivits. Yo también me niego a usar anteojos culo de botella,¿cambiará algo de mi pasado no rocker?
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