Nueva literatura colombiana
Dos horas antes de irme de Medellín, tuve la suerte de que me llevaran a una de las mejores librerías a las que fui en mi vida, la Palinuro, una especie de bar abierto en el cual venden libros y hacen su aparición promotores del microrrelato, del minirrelato y dónde nadie te dice que ganás más o menos puntos por comprarte ese libro o si querés acompañar tu García Márquez con un combo. Si el avión hubiera salido unas horas después, de todas formas hubiera tenido que correr para alcanzarlo porque realmente no tenías mejor cosa que hacer que quedarte hablando con el dueño o con todos los que hacen de dueño o esperar que llegue Faciolince y te empiece a decir en qué rincón de esa librería imaginaria está ambientada la página 252 de Angosta. La cosa es que yo iba con dos mandatos, uno propio y uno ajeno: el ajeno, matetuertiano, era Andrés Caycedo, del cual hasta ahora me parece mucho mejor su biografía que sus dos primeras páginas. El otro era Santiago Gamboa aunque un poco menos convencido. Entre todos los que se suponía que te vendían lograron convencerme de llevarme casi el único libro nuevo que tenían ahí, el de un raro espécimen de lo que podría llamarse nueva literatura colombiana, Claudia Arroyave. Digamos que me fui muy feliz, y cuando empecé a leerlo en el avión haciendo de cuenta que no, que el avión no se podía caer en esos ochenta minutos pegado a la ventanilla, la cosa empezó a no funcionar. Primer razón: primera página con cita de Sábato, una de esas que uno ha querido abandonar: nuestra existencia son las pesadillas de Dios. Mientras Dios Descansa es un libro de cuentos que ocurren, creo que bastante colombianamente, en un pueblo perdido en las montañas en el que no falta ninguno de los ingredientes de un pueblo chico: cura libidinoso, alcalde corrupto, casamenteras, solteronas, el puto del pueblo, el fantasma del pueblo, el poeta, etc., y el forastero que deja entrar un poco de aire en la rutina. En un pueblo chico, las mismas historias van convirtiéndose en diferentes según quien las cuenta; porque como uno puede imaginar, los mismos personajes vuelven a aparecer en otros cuentos en una especie de recurrencia cotidiana que más que mostrar la opresión del pueblo, muestra la finitud numérica de su población. El problema de Mientras Dios Descansa es que existe Dios o, por lo menos, que existe la religión; y entonces, todo lo que ocurre – la muerte, la corrupción, la pobreza, etc. – parece colarse a pesar de Dios. Dios existe pero a veces duerme. Entonces, Arroyave parece a veces tener que dedicarse a denunciar lo que ocurre en esos momentos, olvidándose de lo que ocurre cuando Dios está despierto y que, en definitiva, es dónde figuran las causas terrenales de que en algún momento dios duerma. Uno podría imaginar que Dios se despierta y ve ese caos que se generó el primer día que descansó; y entonces, o le da paja hacer algo o inventa el tema de la libertad. Pero Arroyave no escribe sobre eso; prefiere usar el leit motiv del título para un relato relativamente moderno de las costumbres de un pueblo que no se diferencia de ningún otro.
4 comentarios:
tan buena la foto de ese Play
no conocìa la frase de Sabato, pero la encuentro sumamente atinada.
Mejor Caicedo en mano que Arroyave volando.
contestá, facundo. voy a comentar al blog peronista de arriba que ahí sí contestan. juan domingo pailos siempre me contesta (viva pylos,c***).
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