type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: noviembre 2007

20.11.07

21/11: Día del lector anónimo


21 de noviembre

Usted; sí, usted, que pasa por un blog, lo lee, lo mira, se ríe, se enoja, se sabe más inteligente que el que escribe, es indiferente frente a lo escrito; a usted, lector anónimo. Deje su condición de estadística en Shinnystat y salga de su anonimato. O no.

En todo caso, es su día. Aprovechelo. O no.

18.11.07

Vida Surrealista en Parque Patricios


La parrilla de Carlos está a tres cuadras de mi casa y la inauguración de la línea H que pasa a media cuadra de ahí no modificó las conductas del parrillero o de la parrilera, según el día, quienes están fuertemente convencidos de la capacidad de la no limpieza en relación con el sabor de la comida. Hoy, particularmente hoy, la parrilla de Carlos que da directamente a la calle tenía un clima peculiar a las 4 de la tarde.

Carlos estaba sacado discutiendo con un cliente.
- Pero cómo vas a decir que Argentina jugó mal?¿Estás loco? Ganaron tres a cero y vos decís que jugaron mal. Perdoname pero vos no sabés nada
- Pero le ganaron a Bolivia
- Sí, claro a esos muertos que se vienen a matar el hambre acá. Hacía 35 grados en la cancha y vos querés que corran más para ganarle a esos cabeza.
- Sí, pero después viene Brasil y te pinta la cara.
- Pero Basile dijo que la cancha estaba hecha mierda, que tenía pozos, que no se podía jugar. Aparte hacía 40 grados. Y vos pedís que corran más, la puta que te parió!!! Con todo respeto, dejate de joder.
- Pero qué 40 grados ni cuarenta grados. Hacía 27!!!!!1 Y son profesionales, viejo!!!!! Ganan millones de dólares.
- Pero qué millones de dólares, flaco!!!!!!! La cancha estaba hecha mierda!!!!!! Mirá, yo tengo esta parrilla de mierda, todo sucio y la gente no sé por qué carajo viene. Capaz que viene por lástima o porque la carne está buena y vos querés que jueguen bien en una cancha como la de River. Que jueguen en Boca. Carajo!!!!! Con esos bolivianos que se matan el hambre acá. Déjate de joder!!!!!!!!
Precisamente en este momento, un pibe que estaba paseando dos perros y que escuchaba Los Redondos desde el celular, algo básico de la banda de sonido de Parque Patricios, se quedó parado escuchando un poco la discusión que amenazaba pasar al arrojo de carbonazos y otro poco por que bueno, uno de sus perros estaba olfateando los órganos genitales de otro perro, que más bien debería decir que era perra.
Por otro lado, se acerca uno de los comensales para decir que no, que en Boca no., que mejor jueguen en Velez. El parrillero abandona la discusión, el chico que escuchaba Los Redondos sigue teniendo de la correa al perro que, en este momento, está perpretando una violación consentida contra o a favor, desde donde se lo vea, contra la otra perra.
La discusión entre el que vitupera a la selección y el que quiere que jueguen en Vélez se corta en algún momento cuando el compañero del último se le acerca y mirandolo cómplicemente a los ojos le dice.
- Eh, aguante Los Piojos.
- ¿Cómo?
- Sí, loco, te reconocí, vos sos el de Los Piojos
- No, loco, nada que ver.
- A mí me vas a decir? Déjate de joder. Mirá que no te voy a afanar.
- Pero qué me vas a afanar a mí, pedazo de pelotudo.
Uno empuja al otro, los perros abotonados se entremezclan en las piernas de los que discuten, éstos caen y Carlos me pregunta si le pone algo al sandwich de bondiola.
- Con criolla, papá. Con criolla. – contesto yo.

17.11.07

El Pasado de Babenco


Hablando con una amiga, llegamos a una conclusión sobre El Pasado de Babenco; es una película hecha para quienes leyeron el libro y no una película hecha para los que no leyeron el libro. No sólo por el necesario recorte que debe hacerse cuando se pasa de 551 páginas a 114 minutos (¿la inconmensurabilidad?) si no principalmente porque uno tiene la sensación contrafáctica de que si no hubiera leído la novela, probablemente la película sería peor. (de hecho, en IMDB tanto el ranking de la película como los comentarios – la mayoría de estadounidenses que no deben haber leído a Pauls – hacen pensar que la película sin lectura del libro previo es más bien aburrida)

Rímini es un personaje vacío al que principalmente le pasan cosas frente a las que él no puede o no quiere o no sabe cómo hacer frente; en este sentido, la película muestra algo así como la persecución que sufre Rímini de una serie de mujeres. Rimini está siempre en peligro en la película y no hace nada. Esa es la diferencia entre, por ejemplo,
Atracción Fatal y El pasado; en la primera, Michael Douglas quiere matar a Glenn Close, va a la policía, intenta que su esposa no se entere, etc. En El pasado, las mujeres se van sucediendo en la vida de Gael (que, por cierto, está muy bien) y Gael acepta los hechos como el destino estoico. De hecho, hay un momento, cuando nace el hijo de Gael y Vera, dónde Gael parece no ser Rimini: Rimini habla, corre, anticipa, discute, etc. Nunca más lo vuelve a hacer. Indagar por qué lo hace acá y no en otro momento nos puede arrastrar tan lejos que habría que decir que el momento del nacimiento es algo fuera del orden natural de las cosas para Babenco, algo que quizás es demasiado ridículo.

La novela no es eso. La novela es otra cosa, es acerca de otra cosa y esa otra cosa es el deterioro de una persona. Bueno, la película no puede ver eso. Porque si a alguien le pasan cosas, puede tener mala o buena suerte, pero no se deteriora; algo le queda detrás de tanta mala suerte.

Por eso, porque la película se pierde ese deterioro interno como nervio central de la película, Gael aparece desdibujado desde el principio. Y que pase esto implica que el final tenga que ser otro; es más, el final podría ser cualquier otro. Es más, el final no tiene sentido. Ningún sentido. Y esto es lo que
Pailos no entiende.

Rímini se va, vivo y salvo, contento, de la casa de Sofía después de haber ordenado las fotos. ¿Ya está?¿Era eso? ¿Era nada más que ordenar y separar las fotos? ¿De dónde sale esa decisión de irse?¿Qué hace pensar que Sofía no va a volver a perseguirlo por cualquier otra excusa mínima, por ejemplo, que quemen las remeras con las cuales durmieron juntos, las sabanas, las cartas? Si el final era el reparto de las cartas, ¿no se preocupa demasiado Sofía?, ¿no son demasiado ridículos los dos, Rímini y Sofía, discutiendo sin discutir durante años por fotos?

Uno podría decirme que las fotos representan otra cosa; no tengo duda. Como tampoco tengo duda que Rimini es mucho más completo que lo que muestra la película. Pero las fotos representan el Pasado. Y Babenco se pierde el Pasado cargadp de historia, poniendo en las fotos el motivo material de una acción – la de separar las fotos - que, en sí misma, es bastante pelotuda. No es pelotuda cuando son El Pasado. Es pelotuda cuando te sirven para darle un cierre a una película que no puede cerrarse ahí. Porque si se cierra ahí, con esa excusa, todo lo que pasó antes se hace bastante ridículo. Porque parecería que, en el fondo, de lo que está hablando El Pasado es de cómo un tipo termina por asumir su pasado. Y más bien, pro algo que dije hace
muuucho tiempo, El Pasado-novela es más bien el miedo del futuro con Sofía.

En definitiva, lo que separa la interpretación Pailos de la interpretación PH es lo que nos separa siempre: cómo cada uno de nosotros atraviesa etapa del duelo.

(*) foto de acá

6.11.07

La señorita Libélula de Acero es jodida hasta en sus sueños con los Afiebrados. Por eso la queremos tanto.

picture from here

68 horas sin celular



Instancia 1: hora y media para hacer la denuncia

Síntoma 1: Cualquier cosa que suena parece mi celular; descubro que hay más ruidos en la calle que los ruidos que hace mi celular.

Síntoma 2: Mi ignorancia respecto de qué hora es se ve brutalmente acrecentada por el hecho de que empiezo a buscar infructuosamente un reloj en la calle, en el colectivo, en las manos ajenas y no lo encuentro.

Síntoma 3: Me descubro buscando el celular en mis bolsillos de manera tremendamente atávica; incluso, creo reconocer el vibrador del celular; dado que no tengo celular, empiezo a preocuparme.

Instancia 2: Despertarse a las 9 de la mañana de un sábado no parece sencillo sin un despertador. Recorro mi casa y descubro que no tengo ni siquiera un reloj, salvo el de la computadora o el de la televisión. Finalmente, me termino despertando cada hora.

Instancia 3: El sábado a las 4 de la tarde me doy cuenta que no me llamó mi madre.

Síntoma 4: Me descubro extrañamente feliz sin celular. Incluso pienso hasta dónde podría llegar.

Instancia 4: Empieza una rara obsesión por el status ontológico de los posibles mensajes de texto y llamadas a mi celular.

Instancia 5: El sábado por la noche me doy cuenta que no sé el celular de nadie; también me doy cuenta que voy a tener que recolectar todos los teléfonos perdidos. Deprimido, meto las manos en los bolsillos - donde solía estar el celular - y camino como despreocupado, cuando es bien claro que toco la ausencia.

Síntoma 5: El domingo por la noche, suena el teléfono. Preguntan por mi celular apagado; incluso, creen encontrar en eso el signo de una noche de excesos secretos. No los desmiento, aunque pienso que ese es un pensamiento propio de una generación mucho más pretérita que la mía.

Síntoma 6: Me asalta la cuestión de dónde estarán mis llamadas perdidas, mis mensajes recibidos, mis mensajes sin leer, los llamados que entraron en esas horas. Imagino un momento del día siguiente donde luego de conectada la línea aparezcan cinco llamados sin contestar, ocho mensajes de texto sin leer, tres correos de voz sin escuchar. También me imagino la desilusión cuando compruebe que la mitad de ellos son de mi madre, un mensaje de texto de Personal avisandome de una promoción "Día del Enamorado" y cuatro que me preguntan a qué hora juega Huracán.

Instancia 6: Finalmente, compro otro celular. Lejos de esa catarata de mensajes sin leer, de llamadas perdidas, de esperanzas del pasado puestas en un número, mi nuevo celular aparece completamente vacío. Es claro el mensaje detrás de esto; el no tener celular implica una vida menos activa, una vida que no merece ser registrada. No es que los mensajes mandados a mi número no lleguen; no, más bien es que los borran antes de que uno recupere la línea. Los borran para decirte que esos días que pasaste sin celular, nadie te buscó, nadie quiso hablar con vos porque, en el fondo, no existías. Como si eso fuera una novedad.
(*) picture from here

1.11.07

un boleto para soñar


Hace algún tiempo había dicho que el 133 tenía el recorrido más irracional del mundo; en una nueva iniciativa del grupo Plaza, los dueños del colectivo, el 133 también incluye la irracionalidad como una de las experiencias que uno puede disfrutar en el largo trayecto.
Algo de eso debería haber sospechado hace cuatro años, cuando empecé a ser un cliente asiduo. Durante dos años, me tomé el 133 a las 5.50 de la mañana de un sábado para ir al CBC de Paternal.
Durante dos meses seguidos de ese período, asistí a una especie de culebrón en horario trasnochado; en los asientos del fondo, se sentaban dos chicas de unos 19 años que iban relatándose minuciosamente sus encuentros y desencuentros en el boliche, mientras intentaban que las palabras se arrastren lo más cómodamente posible en una única frase sin espacio alguno. Sin embargo, Marcos era el foco de aquella amistad: al principio él no le daba bola a una, después le dio bola, durante algunos sábados apareció sólo una de ellas en el colectivo, la que no había sido beneficiada. Luego, volvió, puteando a Marcos porque se había besado con una en su propia cara. Ese sábado fue un momento álgido de rating. Llantos, una historia gritada a los cuatro vientos y por sobre todo, mucho ánimo de te voy a romper la cara.
Sin embargo, a la semana siguiente, fue la otra quien no apareció. Después de dos o tres sábados, aparecieron las dos y claro, Marcos había vuelto a aparecer pero esta vez del lado opuesto, de la antes no favorecida. Uno podría pensar que eso iba a generar un conflicto realmente importante pero, sin embargo, el conflicto se dio en otro nivel, un nivel de sutileza que no era esperable para la producción. La exfavorecida por Marcos aconsejaba a la nueva favorecida acerca de cómo tratar al pedazo de mierda ese. La exfavorecida prefería ponerse del lado de la experiencia, del lado de la que se equivoca pero aprende de eso que del lado de la despechada; sin embargo, era claro que ese era el lado de la despechada pero con carpa. La nueva favorecida, que podría enojarse con eso del “pedazo de mierda” asumía su posición de débil y escuchaba, escuchaba, escuchaba hasta que un día ninguna de las dos apareció más en el colectivo.

La decadencia de la ficción se siente también en el 133 por estos tiempos. Ahora, más que aquel célebre culebrón, más bien se producen sketchs, gags, o lo que podríamos llamar bloopers. Por ejemplo, el otro día estoy sacando mi boleto, el visor de la máquina me dice que me faltan 10 centavos para llegar a los 80 y mientras yo busco esos diez centavos restantes en mis bolsillos, quien estaba atrás mío en la espera, pone los 10 centavos. Uno diría, pero qué tipo amable y solidario, ayudando a un desconocido. Sin embargo, toda esperanza en la reconversión de la humanidad se desvanece en cuanto sale el boleto, él lo toma rápidamente y se sienta en el único asiento vacío que quedaba. Pensando si finalmente ese era el día que me iba a tener que cagar a trompadas, lo llamo y sin embargo, sus auriculares no dejan escucharme. Miro al colectivero quien no presta ninguna atención a nada, así que me termino agarrando muy fuerte del caño del asiento, temiendo que en cualquier momento alguien me diga que el colectivo cambió de recorrido definitivamente y que ahora llega hasta Liniers.
O también aquel día donde dos tipos de unos 20 años se suben al colectivo, sacan el boleto, se empiezan a putear y bajan del colectivo, en la misma parada donde se subieron, para cagarse bien a trompadas. Apenas ha recibido cada uno de ellos una trompada, notan que un patrullero está en la vereda de enfrente y vuelven a subir al colectivo, exactamente en la misma parada de la cual subieron y bajaron una vez. Esta vez, como para mostrar que no estábamos en un bucle temporal, no sacan los boletos y se van a sentar al fondo, exactamente al lado de dónde estaba sentado yo. “Una trompada me voy a ligar de rebote, seguro”. El colectivo sigue sin arrancar para terminar de redondear la sensación de absurdo que promete el Grupo Plaza. Mientras los dos siguen puteándose tanto que a veces pienso que quizás alguno de ellos sea Marcos, sube la policía los baja y, como si finalmente, hubiera terminado la proyección del blooper y volviéramos a estudios centrales, el resto del pasaje aplaude el accionar policíaco.

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