El mundo va a ser más justo...
Cuando hablo de justicia, mis amigos se ríen. Cuando hablo de justicia en el fútbol, se preocupan de mi sanidad mental.
Si Huracán sale campeón, el mundo va a ser más justo. Ayer, Huracán jugó más bien mal; Pastore y Defederico se enredaron en ellos mismos, el árbitro estuvo a punto de ser linchado verbalmente y mi vecino de tribuna, que tiene un hijo con el mismo corte de pelo de Messi – que parece, a pesar de lo animé que es, causar furor en las canchas – fumó en todo el partido un paquete entero de Marlboro y me terminó mangueando cinco cigarrillos. Banfield fue el equipo más amarrete y bilardista del universo entero, jugando nada más que a no dejar jugar, creyendo que quebrar ideas es lo mismo que tener una.
Mientras el Globo perdía, los nervios ni siquiera dejaban pensar que la próxima semana jugamos contra el equipo pagado por el baile del caño y las cámaras ocultas. Los idiotas del fútbol no paraban de putear a Medina, Toranzo, al “pendejo de Pastore”, etc. y pedían que el gol llegara de cualquier forma. Pensé en esa raza de gordos de clase media que en vez de trabajar decentemente de taxistas, habían descubierto el periodismo deportivo: “Era esperable, con el juego lindo, con el tiki tiki se ganan partidos pero no campeonatos”; “el buen fútbol no es suficiente, hacen falta jugadores que raspen” o esas ordenanzas municipales convertidas en leyes del estilo “desbordar y tirar el centro”, “por el medio, nunca”, “mantener el arco en cero”.
Todos están esperando que Huracán pierda: porque si Huracán pierde, se demuestra – con esa mínima evidencia con la que los mediocres aceptan cualquier conclusión – que no hay que preocuparse por jugar bien o por jugar mal, que se puede ser Banfield o Huracán pero que lo importante es ganar; en el fondo lo que quieren decir, lo que les cuelga de las gargantas a esos etiquetadores de cacerolas, es que es imposible jugar bien y salir campeón.
Ayer, a todos esos, el golazo de Toranzo les hizo tener que pensar un poco más cómo es que un equipo que sin jugar bien, sin tener encendidos a sus dos conductores, no recurrió nunca al pelotazo, nunca dejó de abrir la cancha con los más amplios cambios de frente, nunca se desesperó y terminó ganando. Por supuesto, esos no pensaron, sólo dijeron que Huracán tuvo suerte y ahora esperan una semana más para abrir la puerta del taxi mental que tienen y empezar de nuevo por dónde hubieran querido empezar ayer. Manga de putos.
Todos seguimos esperando que este blog vuelva a tener algún sentido, digamos, uniforme.O, al menos, uno