The enforcer, o cómo lograr la tensión en un policial con el asesino encarcelado
El asesino, en realidad, el líder de una organización dedicada a los asesinatos por encargo (sin motivo, no hay forma de dar con el criminal), está tras las rejas desde hace unos días. Sin embargo, la única forma de hacer justicia – en términos norteamericanos no progresistas, de mandarlo a la silla eléctrica – es que se cuenten con evidencias irrefutables de su culpabilidad. La única evidencia disponible es la básica para desbaratar cualquier organización mafiosa: el viejo y odiado soplón, buchón, canario, botón.
Bogart, el fiscal que lleva adelante el caso, tiene al soplón encerrado pero éste finalmente muere enfrente de sus ojos. Siete horas restan hasta que el líder de la banda sea liberado sin pruebas en su contra. Hasta que finalmente, Bogart larga las frases mágicas que conducen el ritmo de la película: “Ever have a tune running through your head and you can't remember the words?
La cosa es que Bogart recuerda la sensación de haber oído algo en las investigaciones previas que podría servir para incriminar al asesino. A través de flashbacks, la película cuenta los hechos desencadenantes de la investigación, tratando de que Bogart se dé cuenta dónde estaba el problema, dónde estaba lo que no vió pero tiene la sensación de tener que haber visto.
¿Lo logra? Obviooooooo. Si no no sería Bogart.