type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: marzo 2008

24.3.08

Seca tus lágrimas pequeña


Seca tus lágrimas, pequeña. Deja de llorar aunque sea por un rato Es que acaso no ves que el delineador se te está corriendo Y tú como un vampiro te aparecerás en ese salón

Por qué no piensas en otra cosa,
Piensa en cuánto mal te haré yo
Y no porque el amor sea así
Sino porque te haré mal

Tú dices que eso no es así
Que es imposible que yo lastime tu corazón
Pero no entiendes quièn soy
El mensajero de la angustia

Seca tus lágrimas, pequeña,
Limpiate la cara y afronta como una valiente muchacha
A tu niña preciosa, a la rubia de tus amores
Y dile que su abuelo ha muerto

Que su abuelo ha muerto,
Dirás por un buen tiempo
Hasta que sientas tanto dolor que digas
Mensajero de la angustia deberíamos llamarlo

No me vengas con que no, deja ya de negarme,
Es que tú no entiendes que
Si yo te zurrara en este momento
Creerías que lo estás soñando

Porque, pobre niña inocente, dices,
El mundo no puede ser tan cruel conmigo
Pero, aquí estamos
Entrando en un salón para ver un muerto durante un día


Acércate, pequeña, acercate
E inclínate para besar su frente fría,
Convéncete de que tienes que afrontar a
Esos rizos dorados y decirle: “él está muerto”

También explícale qué es estar muerto
Pero por favor, pequeña, no cuentes
Historias de cielos y manos que luego se encuentran
Cuéntale de las lombrices, de las uñas que siguen creciendo

Si pudieras mirarte, preciosa,
Verías que los mocos te cuelgan, que la boca
Se contrae y que estás mojando el vestido negro
Ese que tan buen culo hace que tengas

Seca tus lágrimas pequeña
Tu prima se acerca, sí, esa golfa
Que tiene mejor auto y un marido profesor
Con el cual hablar de poesía y de chimeneas

La abrazas a ella y yo aprieto fuerte tu codo,
Porque en este momento te la metería
Contra el cajón de tu padre hasta que
Te quede la marca de la madera en el abdomen

Te llevaría al baño y pasaría mi lengua por tus lágrimas
Hasta que la sal me de naúseas
Y sienta que mereces que te aporree,
Que te zurra, que te de una tunda

Dices que en mí
El amor encontraste
Y que ahora estás completa
Que toda tu vida estuviste esperandóme


Me río hasta que siento que me ahogo,
Tomo fuerzas y te llamo mi pequeña,
Tú nunca podrás llegar a entender
Lo que este mensajero de la angustia te tiene preparado


Cuando te arranque ese vestido negro
Y te la meta por el trasero
Y te golpee en la cara
Y sientas que el aire ya no pasa por tu tráquea.

22.3.08

correo exclusivamente interno


Cuti y P de Pau:
Cuando nos fuimos con Pailos de vacaciones a Uruguay, hicimos un tema y bautizamos a nuestra banda como Neurosis Contagiosa. Ahora, viendo su nuevo proyecto, me doy cuenta de que hay pocos nombres mejores que el de su banda, Actitud Gastón Gaudio.

Saludos y admiración,
Playmobil Hipotético

14.3.08

la conciencia moral existe


Cuando tenía 10 años viajaba con mi tía en el 25 y subió una embarazada; no sé si ya me lo habían dicho o es que prestaba demasiada atención a los carteles de los colectivos pero me acuerdo que me levanté y le dije: señora, siéntese.
Mi tía se emocionó, creyendo que yo era el último bastión de las buenas costumbres en los tiempos que corrían; un tipo de unos treinta años que estaba sentado delante de mi ex asiento se dio vuelta y me dijo: “pibe, te felicito por lo que hiciste”. Estaba conociendo la satisfacción de hacer una buena acción. Encima la embarazada se bajó a las pocas cuadras y yo volví a sentarme.
Y Kant no entiende las acciones morales; uno sí busca que el deber realizado sea visto, que a uno lo aplaudan por lo que uno hace, que todos digan: “tendríamos que ser un poco más cómo él”. La sensación era que el mundo, ese lugar que siempre me daba el miedo necesario para ser demasiado tímido, de repente se había convertido en algo armónico, en algo que me aceptaba.
La cosa es que tenía 10 años y todavía no había entendido cómo seguía la lección. Por ejemplo, no entendía que la repetición cansa.
Subió una mujer con un hijo de cinco años a upa; los pies del niño le llegaban a las rodillas. ¿Cómo desaprovechar esa oportunidad? Otra vez, PH en versión infante se para y prácticamente le grita: señora, por favor, siéntese. La mujer, una verdadera oportunista, ahora lo veo, deposita al niño en el suelo quien sale corriendo y se sienta en mi asiento; ella se queda parada.
Yo miro al costado, miro a mi tía pero nadie me felicita, nadie me dice que gracias a mí, el mundo todavía tiene esperanzas en la moral.
Parece que hay un problema grave en mi edificio; el ex_portero se divorció y luego renunció a su cargo; quien no renunció a la casa de la portería fue la ex esposa del portero, quien sigue viviendo en esa casa con sus dos hijos. Uno de ellos es un gordito de unos diez años al cual no le dan la llave de la puerta de calle(intuyo que por que no la tiene ni siquiera la madre). Por lo tanto, a determinadas horas de la tarde y del día, el niño obeso se para frente a la puerta esperando que alguien le abra. Apenas alguien se aproxima a la puerta de calle, empieza a pisarte los talones y se escabulle hacia el afuera, hacia su paraíso de chupetines, chocolates y tres alfajores por recreo.
Me molesta profundamente que se escabulla. Si me pidiera permiso, si me dijera “mire, mi madre es una hija de puta, una flor de conchuda, imagínese el daño psicológico que me produce esperar que alguien abra la puerta, imagínese en qué me voy a convertir con el paso del tiempo”, me enternecería y no sólo le abriría la puerta, sino que hasta le pegaría un poco en la cabeza, más precisamente en la nuca. Un coscorrón pequeño, un gesto de cariño entre hombres, como ya se dijo tantas veces.
Pero no. El gordito insiste en escabullirse.
Ayer, salía del ascensor y lo ví. Él me vió. Él estaba más lejos de la puerta que yo pero empezó a arrastrar su mochila hacia ella. Me apuré más de lo necesario. Abrí la puerta y a él todavía le faltaban ocho metros para llegar. Desde afuera, tomé el pomo de la puerta y lo empujé hasta que la cerradura hizo clic.
Cuando ya estaba con un pie en la calle, escuché unos golpecitos en el vidrio de la puerta. Eran sus manecitas de excedido queriendo llamar la atención desde adentro.
(*)picture from here

9.3.08

¿Qué se puede hacer con un tanque de oxígeno?


Descerrajar (o descerrejar?) cerraduras. Matar gente. Esa es la moraleja de No Country for Old Men.
¿Cuánto del miedo que uno sentirá a partir de ahora frente a la visión de un tanque de oxígeno es culpa de los Coen? Un cien por cien. Bueno, un noventa y cuatro; el resto es de Javier Bardem con el peinado más Willy Wonka que uno podría imaginar.
La película es lenta, cansina como el desierto que rodea a la acción. El mexicano que se muere desde hace dos días en una camioneta abandonada ve transcurrir el día, la noche, sabe que se va a morir. Por eso el final es el que tenía que ser. Si hay algo que tiene No country for Old Men es precisamente esa escena: el mexicano de la camioneta ve llegar a Llewellyn y cree que lo va a ayudar, que le va a dar agua y que el no se va a morir. Sin embargo, Llewellyn no lo ayuda y él se muere; y cuando quiere ayudarlo, ya se murió.
Así es No country for Old Men: todo lo peor, todo lo que uno teme paranoicamente para los personajes les ocurre. Lo grandioso es que también podría no haber salido así; también podría triunfar el otro en vez de Chigurh, el personaje de Bardem. Pero justamente esa posibilidad de salvación es la tensión que, por ejemplo, hace que cuando terminan ciertas escenas uno sienta que puede volver a respirar con relativa tranquilidad y calma.
El hecho de que la película sea lenta, que tenga una fotografía de un apagado amarillo, que todo parezca estar como detenido en el extraño código temporal que supone la cercanía entre el sur de Estados Unidos y la frontera con México, es algo así como la mejor decisión posible tomada por los Coen. El protagonista de la película (hay un protagonista?), el sheriff es un hombre que está a punto de retirarse porque ya no entiende a la delincuencia contemporánea: y la delincuencia contemporánea le muestra de esa manera lenta y pausada, como si le explicara de la forma más clara e irrefutable, algo que él también sabe pero que tarda en reconocer: que él nunca va a ir a la velocidad de los tiempos modernos. El sheriff nunca llega antes, nunca tiene la capacidad de predecir los movimientos del otro. El sheriff debe jubilarse.
En general el predicado “lento” adjudicado a una película no armoniza bien con el predicado “tensa”; acá sí porque, precisamente, cuando más cerca estás de dejar de respirar es cuándo más dura la espera; la espera de Llewellyn; la espera de Chigurh, la espera del sheriff. Todos esperan que algo suceda. Y sucede lo que la lógica de un psicópata como Chigurh dictamina.