Una vuelta por el barrio
Quizás está mal que no esté corrigiendo parciales. Quizás esté mal a pesar de que hoy los hice reír mientas explicaba Popper, mientras que decía que ya sabía que no iba a poder ser el Seinfeld argentino.
El 133 es un colectivo que es ejemplo de la irracionalidad. Por ejemplo, cuando vivía en Villa Urquiza me podía bajar a 11 cuadras de mi casa y llegar en 15 minutos; si me bajaba a 2 cuadras de mi casa, llegaba a mi casa en 25. Vuelto al barrio, es lo único que me trae a casa de Paternal.
El 133 es un colectivo que es ejemplo de la irracionalidad. Por ejemplo, cuando vivía en Villa Urquiza me podía bajar a 11 cuadras de mi casa y llegar en 15 minutos; si me bajaba a 2 cuadras de mi casa, llegaba a mi casa en 25. Vuelto al barrio, es lo único que me trae a casa de Paternal.
El 133 da una vuelta por todo el Parque Patricios antes de dejarme en mi casa. Y ese lugar fue el ambiente de todas las casas de mis amigos durante toda mi primaria. Cuando no había que preocuparse por si te crecía o no, por si te daban bolas las minas, por si querías tener una carrera y cuál, por si la gente se moría o no.
En el Parque Patricios, en el medio, hay una biblioteca, la biblioteca Enrique Banchs. Yo no sabía bien qué eso era una biblioteca; más bien era una casa blanca en la cual podía vivir un elfo, un gnomo, una bruja o una vaca. Un día alguien me dijo que podías llevarte libros gratis de ahí, lo cual fue lo más parecido a lo que después entendí iba a ser el Napster, con la diferencia que lo tenías que devolver. Podría contar que después de sacar mil libros de ahí, me terminé haciendo amigo del bibliotecario. No fue así.
En la esquina están los juegos. Al costado de los juegos hay un árbol. En el medio de ese árbol y los juegos, jugábamos al fútbol cuando éramos pocos. Ahí hice el mejor gol de mi vida; eludí a cuatro (o a tres, el pasado suele aumentar el número), y la clavé contra el buzo azul que hacía de palo. Yo corría y gritaba estruendosamente, mis compañeros de equipo querían abrazarme o hacerme una manteada – reconozco que durante toda mi vida dije maLteada.
Que se te fuera la pelota para el lado de la calle era horrible. Había que correr y todos corríamos como si diez pibes corriendo matara la posibilidad de que pisen la pelota. Ese día yo no corrí porque estaba festejando mi gol. Lo festejaba junto al árbol, el mismo árbol en que Fede y yo habíamos generado el plan de enterrar una carta escrita con letra gótica que demostraría que América no había sido descubierta por Colón.
Los del otro equipo corrían hacia la calle porque yo había definido fuerte con el empeine. Mi perro que había traído de Mar del Plata con un mes, descontrolado como era, corría más rápido que los del otro equipo, también hacia la calle. Mientras me manteaban, el ruido de una frenada, gritos y los llantos de la perra.
En el Parque Patricios, en el medio, hay una biblioteca, la biblioteca Enrique Banchs. Yo no sabía bien qué eso era una biblioteca; más bien era una casa blanca en la cual podía vivir un elfo, un gnomo, una bruja o una vaca. Un día alguien me dijo que podías llevarte libros gratis de ahí, lo cual fue lo más parecido a lo que después entendí iba a ser el Napster, con la diferencia que lo tenías que devolver. Podría contar que después de sacar mil libros de ahí, me terminé haciendo amigo del bibliotecario. No fue así.
En la esquina están los juegos. Al costado de los juegos hay un árbol. En el medio de ese árbol y los juegos, jugábamos al fútbol cuando éramos pocos. Ahí hice el mejor gol de mi vida; eludí a cuatro (o a tres, el pasado suele aumentar el número), y la clavé contra el buzo azul que hacía de palo. Yo corría y gritaba estruendosamente, mis compañeros de equipo querían abrazarme o hacerme una manteada – reconozco que durante toda mi vida dije maLteada.
Que se te fuera la pelota para el lado de la calle era horrible. Había que correr y todos corríamos como si diez pibes corriendo matara la posibilidad de que pisen la pelota. Ese día yo no corrí porque estaba festejando mi gol. Lo festejaba junto al árbol, el mismo árbol en que Fede y yo habíamos generado el plan de enterrar una carta escrita con letra gótica que demostraría que América no había sido descubierta por Colón.
Los del otro equipo corrían hacia la calle porque yo había definido fuerte con el empeine. Mi perro que había traído de Mar del Plata con un mes, descontrolado como era, corría más rápido que los del otro equipo, también hacia la calle. Mientras me manteaban, el ruido de una frenada, gritos y los llantos de la perra.
13 comentarios:
Cómo "manteada"???
Siempre (y si me hubiesen preguntado antes de leer este texto hubiese ocurrido lo mismo) dije MALTEADA...
En fin... no sé bien por qué pero me rehuso a corregirlo, es una de esas palabras ligadas a la infancia que no se tocan, como cuando en la fila del colegio gritábamos: eh! no te COLéS!
Me gusta como contás, me transporta... Saludos
Yo también decia "malteada", aunque me enteré a los 15 años del significado de esa palabra. En Bahía, a la manteada se la llamaba "falopa". Ya viviendo en Buenos Aires, le expliqué a un profesor por qué llegábamos tarde a clase. "Porque le estuvimos dando la falopa a Bellido", le dije todavía acalorado, y no entendí por qué él me miraba así.
Adhiero a l malteada y ya va siendo hora que revise su proveedor de gramatica. Puede haber un error garrafal.
No me distraigo del hecho latente de su escrito.
Mientras ud festeja, los "enemigos" salen corriendo y las perras se mueren.
Eso está muy crudo!
Que triste final. Dejo de ser una anónima para convertirme en una ciudadana de lo que parece ser el universo blog. Pero la esencia sigue siendo marianita... eso espero.
No Hollywood ending.
(¿A que también decías wotman y después dixman?)
Excelente. Se me hace el nostálgico y al final te clava una tragedia al ángulo. (Tragedia que solo se deja entrever, por más que quede claro -y este es otro mérito.)
Esto es lo central de este post. Lo demás son giladas.
Claro: como yo soy el más gil, sumaré mi granito de arena a la reyerta pública. MaNteada, por supuesto. El equívoco general no es disculpa (aunque sí excusa).
Menos mal que a mí me gustan los gatos. Muy bueno, Playmobil, ¿para cuándo la posibilidad de reseñarlo? El Gordo Gostanián está inquieto.
pobre perra!
A mi con el 71 me pasa algo parecido a lo suyo con el 133.
En el centro del Parque Saavedra también hay una casa misteriosa, pero hasta el día de hoy no sé que es (creo que nadie sabe, la construyeron con ese propósito). Malteada, malquelepese.
Gran finalle dramático donde frenada y zapatazo al ángulo confúndense.
Todo esto, sino más, visto a través de sus ojos.
cristálida: gracias por lo de cómo cuento; es verdad, a mí me también gusta hablar mal; por ejemplo, diciendo esepsion. o pisa.
molina: jaja. En serio falopa? Te miraba así porque te pedía los dividendos de aceptarte como dealer?
libelulita: sí, muy crudo, necesito cocción.
apologista/marianista: me hace pensar cuál será mi esencia. vainilla?
fp: usted es un turro. se lo dije en persona y ahora se lo digo más fuerte porque está lejos y no puede alcanzarme para maltearme.
s: dixman no. disman.
mp: estoy a punto de tirar la hipótesis de que en zona norte se le dice manteada mientras que en otros barrios se dice como se quiere. Si te vas mas al sur te pasa lo de ignacio.
mavra: gracias; no se preocupe; en cuanto algo funcione como corres´ponde el gordo y yo nos encontraremos y le diré que no, que no me reseñe que nos mantegamos en el ámbito del metadiscurso
syniestra: sí, pobre. lo peor de todo es que no se murió. algún día voy a contar todo eso que es, sinceramente, horrible.
cioso: me acaba de cagar la hipótesis de más arriba, la del uso de los términos explicado en relación con la zona de la ciudad.
Si. El Marianismo es una filosofía a la que adhiero hace más de 18 años. Me considero una Marianista. En cuanto a las esencias, vainilla no será demasiado femenino? Aunque a la hora de gustos, y citando a algún abuelo (no particularmente el mío) "no hay nada escrito". saludos, Marianita -marianista-
¡Ojo! Creo que su hipótesis sigue en pie, porque yo viví en Saavedra, pero sabe adonde quedaba mi colegio.
Sí, en Vicente López.
Ayer me deliré con terminología plueberina... el hecho es que despues no me pude dormir tratando de recordar cómo le decíamos a la manteada/malteada. Me desperte sin recordarlo aun. la llame a mi hermana y la deje pensando toda la mañana, hasta que finalmente di con la tan buscada palabra "ñisca" (hacer ñisca) ahhh seguro que esa no la tenías PH!!!
Saludos
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