type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: ese muchacho que creía tener una buena historia

1.1.07

ese muchacho que creía tener una buena historia




Hace quince años tengo en la cabeza una idea para un cuento fantástico que nunca escribí. Es de un tipo que no se muere, sino que empieza a retroceder en el tiempo hasta el momento de su nacimiento y meterse en el vientre de su madre; hace diez años, ese cuento se transmutó en otro que vaya a saber dios dónde está.

Hacía mucho calor hoy cuando volvía en el eléctrico de Ezeiza a Constitución; quizás estaban todos desmayados y los trapos que habían mojado para prepararse para el largo viaje - así es la gente del Sur - se habían secado, y quizás estaban todos muertos desde Temperley. Me daba lo mismo.

La cosa es que mientras me daba cuenta que mi remera verde estaba empapada, y qué mal momento hubiera sido para encontrarme con el amor de mi vida, leía Tiempo de Pasaje de J. G. Ballard, regalo del mítico Pailos, en donde pasa exactamente eso que mi cuento nunca escrito decía que tenía que pasar.

Así que nada, así empieza mi cuento:
"La luz del sol se derramaba entre las flores y las lápidas y el cementerio era un brillante jardín de esculturas. Como dos cuervos grandes y flacos, los sepultureros se apoyaban en las palas, entre ángeles de mármol, y las sombras e arqueaban sobre el costado blanco y liso de una tumba reciente.
La inscripción estaba todavía fresca
JAMES FALKMAN
1963-1901

"El fin no es más que el Principio"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ballard es mi cuentista de ciencia ficción favorito. El ciclo de sus primeros 5, 6 libros de cuentos está plagado de ideas como esa. (Hay un barrendero de sonidos, hay un tipo que se adentra sin querer en un rulo temporal, hay zonas de terror y zonas de espera. Hay de todo, como en botica.)
Ver que ya otro pensó lo que uno (vale en filosofía, en literatura, en la música y el arte, y en la ciencia también) genera exaltación (si está escrita por otro, y si llegó hasta uno, vale lo suficiente) y una marcada decepción: nos primerearon. Más aún: lo hicieron mejor de lo que uno lo haría. ¡Hijos de puta!

Anónimo dijo...

A mí me pasó algo similar con las dos nouvelles de Rodrigo Rey Rosa, aunque no tenía el argumento tan claro, simplemente al leerlas supe que eran las novelas que yo estaba buscando escribir y qué él ya lo había hecho y mucho mejor.
Tal vez haya que "menardiar" y copiar sin remedio.

Playmobil Hipotético dijo...

mp: más que nada genera el sentimiento de inutilidad de la pretensión de novedad; de hecho, siempre lo sostengo cuando me acuerdo que es lo que sostengo más firmemente: en shakespeare está todo.
zc: al menos uno encuentra la forma en qué quiere escribir; quiero escribir como... La solución sería dejar de leer; pero no sólo se pecaría de ignorante - no saber qué está copipestiando - sino también de soberbio - creer que uno es original. Además, sin leer lo mismo que otros escribieron y que queremos escribir, probablemente escribiríamos peor y encima repetido

Anónimo dijo...

Hay un cuento de Alberto Laiseca muy ilustrativo al respecto de este tema que se llama Gracias Chanchúbelo sobre un tipo que escribe cosas geniales pero siempre terminan resultando copias (involutarias) de grandes escritores, como si un físico autodidacta diera con la ley de gravedad, la teoría de la relatividad y la de las partículas cuánticas por sus propios medios.
Finalmente, por un pacto algo diabólico el muchacho consigue escribir una obra genial y absolutamente original, pero al precio de que sólo él pueda leerla y los demás sólo vean en ella un montón de hojas en blanco.