type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: un boleto para soñar

1.11.07

un boleto para soñar


Hace algún tiempo había dicho que el 133 tenía el recorrido más irracional del mundo; en una nueva iniciativa del grupo Plaza, los dueños del colectivo, el 133 también incluye la irracionalidad como una de las experiencias que uno puede disfrutar en el largo trayecto.
Algo de eso debería haber sospechado hace cuatro años, cuando empecé a ser un cliente asiduo. Durante dos años, me tomé el 133 a las 5.50 de la mañana de un sábado para ir al CBC de Paternal.
Durante dos meses seguidos de ese período, asistí a una especie de culebrón en horario trasnochado; en los asientos del fondo, se sentaban dos chicas de unos 19 años que iban relatándose minuciosamente sus encuentros y desencuentros en el boliche, mientras intentaban que las palabras se arrastren lo más cómodamente posible en una única frase sin espacio alguno. Sin embargo, Marcos era el foco de aquella amistad: al principio él no le daba bola a una, después le dio bola, durante algunos sábados apareció sólo una de ellas en el colectivo, la que no había sido beneficiada. Luego, volvió, puteando a Marcos porque se había besado con una en su propia cara. Ese sábado fue un momento álgido de rating. Llantos, una historia gritada a los cuatro vientos y por sobre todo, mucho ánimo de te voy a romper la cara.
Sin embargo, a la semana siguiente, fue la otra quien no apareció. Después de dos o tres sábados, aparecieron las dos y claro, Marcos había vuelto a aparecer pero esta vez del lado opuesto, de la antes no favorecida. Uno podría pensar que eso iba a generar un conflicto realmente importante pero, sin embargo, el conflicto se dio en otro nivel, un nivel de sutileza que no era esperable para la producción. La exfavorecida por Marcos aconsejaba a la nueva favorecida acerca de cómo tratar al pedazo de mierda ese. La exfavorecida prefería ponerse del lado de la experiencia, del lado de la que se equivoca pero aprende de eso que del lado de la despechada; sin embargo, era claro que ese era el lado de la despechada pero con carpa. La nueva favorecida, que podría enojarse con eso del “pedazo de mierda” asumía su posición de débil y escuchaba, escuchaba, escuchaba hasta que un día ninguna de las dos apareció más en el colectivo.

La decadencia de la ficción se siente también en el 133 por estos tiempos. Ahora, más que aquel célebre culebrón, más bien se producen sketchs, gags, o lo que podríamos llamar bloopers. Por ejemplo, el otro día estoy sacando mi boleto, el visor de la máquina me dice que me faltan 10 centavos para llegar a los 80 y mientras yo busco esos diez centavos restantes en mis bolsillos, quien estaba atrás mío en la espera, pone los 10 centavos. Uno diría, pero qué tipo amable y solidario, ayudando a un desconocido. Sin embargo, toda esperanza en la reconversión de la humanidad se desvanece en cuanto sale el boleto, él lo toma rápidamente y se sienta en el único asiento vacío que quedaba. Pensando si finalmente ese era el día que me iba a tener que cagar a trompadas, lo llamo y sin embargo, sus auriculares no dejan escucharme. Miro al colectivero quien no presta ninguna atención a nada, así que me termino agarrando muy fuerte del caño del asiento, temiendo que en cualquier momento alguien me diga que el colectivo cambió de recorrido definitivamente y que ahora llega hasta Liniers.
O también aquel día donde dos tipos de unos 20 años se suben al colectivo, sacan el boleto, se empiezan a putear y bajan del colectivo, en la misma parada donde se subieron, para cagarse bien a trompadas. Apenas ha recibido cada uno de ellos una trompada, notan que un patrullero está en la vereda de enfrente y vuelven a subir al colectivo, exactamente en la misma parada de la cual subieron y bajaron una vez. Esta vez, como para mostrar que no estábamos en un bucle temporal, no sacan los boletos y se van a sentar al fondo, exactamente al lado de dónde estaba sentado yo. “Una trompada me voy a ligar de rebote, seguro”. El colectivo sigue sin arrancar para terminar de redondear la sensación de absurdo que promete el Grupo Plaza. Mientras los dos siguen puteándose tanto que a veces pienso que quizás alguno de ellos sea Marcos, sube la policía los baja y, como si finalmente, hubiera terminado la proyección del blooper y volviéramos a estudios centrales, el resto del pasaje aplaude el accionar policíaco.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

no paro de reírme..buenísima crónica.
hacía mucho que no pasaba por acá.
será un placer ponerme al día con sus post.

saludos.

Anónimo dijo...

tenía la idea de que debía probar el recorrido de todo colectivo que dijera que iba a pza constitución, hasta que viajé en el 133. debo haber tardado casi dos horas, desde belgrano pasando por el bajo flores, sin saber dónde estaba, insoportable.
obvio, no me encontré ni con marcos ni con las chicas ni con los de la pelea.

Anónimo dijo...

Mudate. En cualquier caso, abandoná el 133. Vale la pena cambiar felicidad por ausencia de anécdotas.
Dolina tiene un cuento acerca de un colectivo aparentemente normal, pero que lleva a quien se suba directo a las puertas del infierno. El 133 no se anda con tantas vueltas: es el infierno mismo.

Anónimo dijo...

Que lindo tema "Vamonos"!!!, se puede escuchar una y otra vez.
Como siempre, me gusta como escribe y ahora, me gusta la sección "percepción sensorial".
Voy a tratar de ponerme al día en la lectura de sus posts.
Espero que ande bien.
Saludos