type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: La mujer sin cabeza: el miedo a lo no cotidiano

11.9.08

La mujer sin cabeza: el miedo a lo no cotidiano


Durante los primeros veinte minutos de La mujer sin cabeza, realmente me odié por seguir viendo cine argentino y empezaron a desfilar varios amigos que me suelen proponer como el espectador de cine argentino, un personaje bastante nefasto que a veces encarno.

En esos primeros veinte minutos, hay una sola cosa buena, el motor de la película: una mujer atropella “algo” – así, sin ninguna determinación – y en vez de parar y fijarse qué cosa es, sigue conduciendo y se aleja. Luego de eso, la protagonista es una especie de chiste sin sentido que no puede hacer nada: no puede atender el celular, no puede hablar, no puede ir a trabajar, no puede escribir su nombre cuando va al médico. Realmente, es insoportable. Lo peor de todo es que uno no termina de entender, más que de una manera vaga y obvia, cómo se sigue la historia principal, la del choque. En esos veinte minutos, Martel parece decidida a poner una protagonista bastante inútil y conflictuada que traba el desarrollo de la historia. Es verdad, como dice esta reseña bien pensada, que el choque representa una especie de pausa existencial en el ritmo cotidiano de la protagonista; sin embargo, la relación entre las cuestiones existenciales y el cine argentino rara vez han funcionado bien.

Sin embargo, cuando realmente estaba pensando en que me tenía que ir a comer o a contar los metros del papel higiénico que compre hace dos semanas, la historia se reencamina. Y no sólo se reencamina sino que hace entrar en sentido lo anterior. ¿Qué puede reencauzar esta película, preguntamos? Bueno, básicamente entender de qué va la película.

La mujer sin cabeza no trata acerca del remordimiento de una persona por haber matado a alguien (que es lo que finalmente atropelló, un nene salteño de escasos recursos) sino del miedo de esa persona a afrontar la responsabilidad, es decir, el miedo terrorífico de ir a la cárcel. Después de esos veinte minutos, la protagonista parece volver a reingresar en su mundo normal, en su mundo cotidiano y ahí es donde vemos que pertenece a la clase acomodada salteña, en donde uno puede llamar por celular y empezar a limpiar cualquier pista sin ninguna pesquisa grave, en donde los casamientos están llenos de senadores y exsenadores, en donde los pobres van a su casa y ella les da comida y ropa, en donde uno es siempre el que bondadosamente dona ropa y otro, siempre el mismo, el que la recibe, en donde el límite social es fijo y prácticamente inamovible.

No es casual que el momento donde parece confirmarse que lo que atropelló fue un niño, coincida con el momento donde la protagonista empieza a reírse, donde parece retomar su posición social en el mundo. Porque ese momento también es aquel en el cual no ha quedado ni una pista de que ella hizo algo particularmente inmoral: atropellar y escapar. Ese es el momento donde la película termina porque es donde se cerró el círculo del problema.

Uno podría pensar que esta es otra de las tantas películas argentinas moralizantes y con contenido político y crítico; sin embargo, la forma en que Martel aborda las consecuencias morales dista mucho del golpe bajo. El golpe bajo sería armar una película donde la familia del niño aparezca y empiece a reclamar justicia de una manera tímida y un juez gordo y corrupto se ría de la situación, ayudando a la protagonista a evadir la justicia. Por suerte, Martel no elije este nefasto camino .

En la película de Martel, aparecen dos estratos sociales: por un lado, la clase acomodada y por otro, la clase que sirve a la primera (en forma de mucamas, jardineros, enfermeros, etc.); en el primer estrato social, el miedo es perder esa condición social; en la segunda, la muerte es algo común, no importa que violenta o injusta sea; así, a la semana de los acontecimientos, el hermano del niño atropellado toma su empleo y lo vemos llevando plantas a la casa de la protagonista quien, alejada del temor de ser arrestada, no se le mueve prácticamente un pelo. En este sentido, una de las primeras escenas es clara señal para entender esto: cuando la protagonista va al baño del hospital, entra una mujer policía y empieza a llamar a una presa que se había escondido en el baño; después de un tiempo, la presa, otra mujer pobre, sale del baño y es capturada rápidamente, sin oponer más resistencia. La violencia, ir a la cárcel, vivir en la marginalidad es lo cotidiano para ella; en cambio, para la protagonista, eso no sólo no es lo cotidiano, sino que el mero hecho de pensarlo representa una excusa y una justificación para tener miedo, por primera vez, a perder su condición social. En última instancia, lo que está contando Martel es el miedo a perder la cotidianeidad de una vida acomodada. Y eso es mucho más interesante que cualquier golpe bajo.

10 comentarios:

zuninoyzungri dijo...

UBA: ESCANDALOSO CONCURSO EN LITERATURA LATINOAMERICANA ii, COMO SI NO TUVIERAMOS SUFUCUENTES PROBLEMAS, AHORA, LA TRANSPARENCIA EN JAQUE.

Unknown dijo...

No conocía esta película, pero has despertado mi curiosidad.

Lulu dijo...

che pepito.
encontré un kiosco que vende playmobyles a 10$ en anchorena y charcas,sobre anchorena antes de llegar a sta fe mano izquierda.
suerte fiera.

Eric dijo...

Muy buena la crítica.
Leí la de Quintín, que hace referencia al plano de un perro que, según él, desvirtúa la película. ¿Vos qué opinás?

Playmobil Hipotético dijo...

zunino: no te creo, los concursos son, por definición, claros y cristalinos.
drea: veala que está muy bien
lululu: iré a comprar uno y pediré que en la boleta me pongan pepito, el amigo de pepita. Gracias
eric: sí, la leí y hay un comentario mío ahí. Creo que Quintín exagera con lo de desvirtuar pero sí, hubiera sido mejor sin el plano del perro muerto (que, por otra parte, es un plano que la misma protagonista no ve y que, entonces, parece un poco al pedo o para que el esepctador no piense seriamente que la protagonista es una hija de puta). De todas formas, es una gran película que habría que ver. Pero bueno, la gente en general no ve cine argentino.

julieta eme dijo...

el plano del perro no es para que uno no piense que la protagonista es una hija de puta. lo que pasa es que si pone un plano del pibe muerto, se pierde toda la gracia. es un perro, pero el pibe podría haber caído más al costado o más lejos o lo que fuera. podría no haber mostrado nada. no sé. la idea es mantener la ambigüedad. la película está muy bien. a mí me gustó mucho.

besos.

julieta eme dijo...

acá hay otra crítica:

http://tallerlaotra.blogspot.com/2008/09/la-mujer-sin-cabeza.html

leí tu comentario en LLP.

sigo sosteniendo que ese plano del perro muerto está muy bien así como está.

Playmobil Hipotético dijo...

julieta: no, no está bien ese plano.
Hay cuatro opciones:
1) no se ve nada en el vidirio de atrás del auto
2) se ve el cadaver del niño
3) se ve el cadaver del perro
4) se ve el cadaver de los dos.

Lo importante del tema es esto: la protagonista no puede ver lo que nosotros sí. Eso quiere decir lo siguiente: que para el desarrollo de la historia, de la trama, lo que haya matado es accesorio, secundario, que no importa para la historia. De hecho, si te fijas, no importa qué es lo que atropellón para el desarrollo futuro (y ahí está lo rico de la película): que tanto matando un perro como un niño, la mujer no afronta ninguna consecuencia, es decir, no va a la cárcel.
Ahora, entonces, para qué carajo está el plano del perro? Vos decís que no es para que uno no piense que la mujer no es una hija de puta; pero también decís que lo importante es mantener la ambiguedad. ¿Qué ambiguedad mantenés cuando mostrás el plano del perro? NingunA.
Entonces, hay que explicar para qué está ese plano. Lo que hizo Quintín en LLP es un poco un diagnóstico apurado del cine argentino y de Martel en base a ese plano; no sé. Ahora, decíme. ¿Para qué está ese plano ahí?¿cuál es su función? Si tenés una respuesta, la publico como post. (en otro orden de cosas, leíste mi artículo? estoy rearmandolo para mandarlo y toda sugerencia me viene bien)
Beso
pd: hay una forma de responder pero es mala: no puede ser que haya atropellado dos cosas al mismo tiempo. Y tiene razón Quintín en esto: si atropelló al pibe y este cayó en el río y el perro corresponde a otro atropello distinto, eso es trampa. Es lo mismo que yo te muestre un cadaver en el departamento de un tipo y te diga que ese cadaver corresponde al inquilino anterior. Eso es trampa porque lo que indica el sentido común del cine es que ese cadaver es producto del ocupante actual; si no lo es, tenés que aclararlo. Si no lo aclarás, no se entiende una goma

julieta eme dijo...

La secuencia correcta es ésta. La mina va manejando y, de pronto, atropella algo. Frena el auto y se ve la mano de un nene en la ventana. Una mano que no estaba antes. Luego, el auto se aleja y vemos el cadáver de un perro. Ves la mano de un chico y el cadáver de un perro. Esa mano ahí está perfecta. Y el cadáver del perro también. Inmediatamente, la pregunta es: ¿qué mierda atropelló? Un perro atropelló seguro. ¿Pero atropelló sólo a un perro? Sabemos que el perro estaba con el nene. ¿Atropello también al nene?

"No puede ser que haya atropellado dos cosas al mismo tiempo".

¿Por qué no puede ser?

"Hay cuatro opciones:
1) no se ve nada en el vidrio de atrás del auto
2) se ve el cadáver del niño
3) se ve el cadáver del perro
4) se ve el cadáver de los dos".

Las opciones 2 y 4 no dan lugar a la ambigüedad. La ambigüedad consiste en mantener la incertidumbre acerca de qué atropelló en la ruta (un perro o un perro y un nene).

De todos modos, cuando yo salí del cine, estaba cien por ciento segura de que la mina había atropellado a un nene (además de un perro) y que lo había matado.

Beso.

Pd.: no, todavía no leí tu artículo, pero prometo leerlo mañana y enviarte mis comentarios.

Playmobil Hipotético dijo...

julieta: es verdad, yo salí del cine (y de hecho, escribi la reseña) pensando en que había atropellado al pibe.
Ahora, la cosa es que lo que vos ves como una mano en el parabrisas es solo una mancha que puede ser de cualquier otra cosa. No hay una mano (o por lo menos, no la recuerdo); lo único que hay es una especie de borroneo.
Ahora, vamos a tu argumento: te concedo que en el parabrisas hay una mano clara que antes no estaba; entonces no atropelló a un perro, atropelló a un niño. Ahí no hay ambiguedad posible. En esta secuencia que construís, ¿qué función cumple el perro de fondo?
Para mí, pueden ser dos: o el perro está de más, como un decorado, como una especie de roca y eso no funciona nunca.
La segunda es que si es claro que atropelló a un niño (lo cual aceptamos antes), el hecho de que también haya atropellado un perro parece secundario, parece perder valor. Si yo mato a un perro tirándole una maceta desde un octavo piso, el problema principal es haberle quitado la vida al perro. Ahora si yo mato a un perro tirandole un cádaver humano desde un octavo piso, el problema fundamental no es la muerte del perro.
Entonces, lo que digo es que o ese plano está de más o está de más. Nada más que eso.