razones para estar solo I
Bueno, me han roto lo suficiente las pelotas los amigos del Mate Tuerto , Eric y Sra., con que tengo que contar esto. Tengo que sacármelo aunque eso signifique que tenga veinte llamados por día, veinte mensajes en el celular, ocho millones de mails.
La conocí en el cumpleaños de un amigo: yo venía de una noche de reencuentro, de una noche con amigos que me contaban qué habían estado haciendo desde que me odiaron por última vez. También estaba un poco duro. Lo reconozco; ví Weekend at Bernie’s 2, me clavé una raya y me fui. Bar de San Telmo, chicas lindas, pero todas con señores cerca. No sé de que hablar, llega alguien, empezamos a hablar de Caicedo y noto dos ojos. Me doy vuelta y los dos ojos corresponden a una mina y no a un policía que me quiere requisar; buenísimo.
Hablamos, yo me equivoco, hago chistes, me equivoco de nuevo y hasta no me salen los chistes. A veces pienso que no voy a poder hablar nunca más. La timidez es una mierda, porque los que dejamos de ser tímidos en realidad, nunca dejamos de serlo: ser tímido es tener miedo a lo que digan los otros de vos, a equivocarte, a quedar como un idiota; y como todas las ocasiones tienen esa posibilidad, esperás a que se de la única que no puede complicarte el futuro cerebro. Y sin embargo, el miedo persiste incluso en esa seguridad.
Pero hacemos chistes, hablamos de la torta de cumpleaños, hablamos de su trabajo, del mío, que ella tiene un problema existencial – y entonces, digo, ah las chicas que me gustan, las confundidas con el problema del padre que luego no puedo terminar de manejarlo – y todo me parece genial. Me tomo el 9, me sueno la nariz y pienso que qué buena onda, que pude hablar y que alguien me saluda desde mi cerebro. Debe ser ella.
Luego vino un impasse, vino Uruguay, academia y en el medio mucho mail, mucho mail; que te acordás de la torta, de qué armemos teorías respecto de pro qué nos gusta tanto esa torta, de la paranoia que todos tenemos de que pase como en Los Simpsons, de que haya un cuartel secreto de marketing que nos inyecta hormonas de serpientes para hacernos adictos al chocolate ese. Y entonces, finalmente, fijamos un día para vernos.
4 comentarios:
posteá la segunda parte ya!!!!
Buenísimo. Y como no soy de escupir el asado, no voy a decir que lo que viene está mejor (¡no señor).
Al menos yo ya entendi. Eso es algo.
Asumo el triste privilegio de haber sido testigo de ese encuentro, por otros motivos, aquella también fue una noche tan nefasta como inolvidable para mí.
Ariel
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