type='text/javascript'/> Mundo Playmobxx: 90 grados (2ª parte)

19.8.09

90 grados (2ª parte)

Ya damos paso al segundo bloque de nuestro 90 grados, la emisión televisiva en la que todos ganan, los que pierden y los que triunfan. Nuestro segundo participante es Carlos. Vive en Palermo, es publicista en ascenso, aventurero en cuestiones del corazón y del sexo. Su comida preferida es el tofú reposado en oleo con un colchón de hierbas aromáticas, su piedra es la amatista y se declara un fanático total de Morrisey.
Nuestra seductora, Ekaterina, ya hace su ingreso llevando de la mano a Carlos; Ekaterina es bielorrusa y desciende en cuarta línea de una condesa rusa que dio con sus huesos en la cárcel de Sebastopol, acusada de ayudar a más de veinte judíos a escapar de un pogromo. Ekaterina fue tercera bailarina en una revista de esta capital pero finalmente le fue más redituable dedicarse a la prostitución en apartamentos privados. Y vaya que lo agradecemos!!!
Carlos es un participante decidido; a los cinco segundos de besar sus labios soviéticos, ya está acariciando los muslos de la seductora, ha introducido su mano dentro de los tejanos ajustados de Ekaterina y presumiblemente esté buscando su sexo, luego de apartar con sus dedos la fina tanga que cubre la calvicie de su intimidad. Ekaterina, sorprendida ante la inminente pérdida de control, le quita las manos y lo empuja contra la cama. Se arrodilla para sacarle los pantalones pero Carlos ya se los ha quitado y con su mano guía la rubia cabellera de Ekaterina a encontrarse con su polla tiesa, enhiesta como una vela encendida que exuda cera. Nuestra seductora mira desesperadamente hacia la cámara, pidiendo ayuda a nuestra producción mientras Carlos guía el recorrido ininterrumpido hacia su boca abierta. Tranquila, Ekaterina, tus camaradas no te abandonarán ni ahora ni nunca.
Hay un gesto de tensión y de sorpresa en el rostro de Carlos; en la pecera suena Kreator a todo volumen, una banda de heavy metal alemán con letras potencialmente nazis. El movimiento de su pelvis se reduce casi hasta la inmovilidad… Son momentos tensos, amigos… pero… claro, nuestro Carlos es un campeón. Mientras gira a Ekaterina y apoya su pene en pleno proceso de recuperación contra su trasero de marfil, eleva su mano y hace el signo de los cuernos diabólicos y mueve su cabeza como si agitara mechones interminables de rulos. ¿Habrá entendido el juego Carlos? Pues claro, amigos, hagas lo que hagas, siempre ganas!!!
Carlos se arrodilla, separa las piernas de Ekaterina y hunde su rostro en su sexo, primero con movimientos suaves y llenos de amagues hasta que finalmente su lengua se convierte en una brocha que transporta la humedad de Ekaterina. Ella se arquea y lo reclama hacia arriba con sus manos. Es otro momento clave. Por el monitor de la pecera aparece el rostro de su madre, aislada en un asilo para ancianos, que le pide a Carlos que, por favor, no se demore en la vuelta del colegio, que compre el almuerzo, que pase a saludar a su tía Conce y que le ayude a limpiar los insectos de las plantas y que, finalmente, le lleve el almuerzo a su padre a la Municipalidad; por supuesto, Carlos no podrá hacer eso pero su madre vive mentalmente en un espacio temporal comprendido entre el 16 y el 18 de agosto de 1985. Su madre ahora llora, preguntándole por qué no ha llevado su alimento a su padre y pidiéndole que otra vez le cuente la historia de cómo lo encontró muerto en su escritorio.
Carlos ha quedado con la boca abierta frente al sexo reluciente de Ekaterina y sólo atina a mirar por encima de su hombro el monitor. Gira su cuerpo y se sienta en cuclillas sin poder desviar su visión. Ekaterina le desliza una mano por su espalda, luego apoya sus contorneadas tetas sobre el cuerpo de Carlos y acaricia sus pezones que comienzan a solidificarse. Nuestro héroe se deshace de ella con un movimiento brusco, va hacia la tele y queda pensativo unos segundos…. ¿Qué hará? Son momentos de duda que todos los grandes hombres tienen; lo hemos visto ya miles de veces en 90 grados y sin embargo, nuestra audiencia no deja de sobrecogerse cada vez que el héroe se enfrenta con su temor distorsivo más importante. ¡Sí, sí, sí!! ¡Es increíble cómo nuestro perdedor será quizás el más recordado de esta emisión!!! Carlos ha levantado el monitor sobre su cabeza y lo ha arrojado contra el suelo, haciéndolo añicos!!! ¡El suelo alfombrado posee pequeños destellos de los vidrios estrellados de la pantalla!! Ekaterina, convertida en una niña rusa emocionada por el desfile del Ejército Rojo, aplaude mientras el color rojo acude corriendo a sus mejillas.
Carlos corre al encuentro de Ekaterina y la empuja contra la cama. Se besan apasionadamente pero Carlos comienza a tantear de manera desconfiada su sexo. Allí hay un posible ganador. Ekaterina, dispuesta a todo por disfrutar de la pasión indómita de Carlos coloca el sexo a media asta de Carlos entre sus pechos y asciende y desciende de manera sensual, mientras su lengua deja un camino directo entre los vellos de Carlos. Carlos cierra los ojos, intenta olvidar a su madre, a Kreator, a todos los vaivenes de esta velada de sexo y parece que lo está logrando porque Katerina sonríe y lo besa suavemente en los labios. Pero… ahora Ekaterina se recuesta alta y curvada como la hoz soviética sobre el cuerpo de Carlos, apoya su cabeza en su pecho, cierra sus ojos y finge dormir; vamos, amigos, ya sabemos que significa eso. ¿Qué tiempo tenemos, escribano? ¿Cinco minutos más? Los justos para que Carlos pierda. Carlos la aleja suavemente y vuelve a esconder su cabeza en sus piernas; hay algo en la masculinidad de Carlos que no le permite dejarla sin satisfacción; una profunda convicción en la necesidad de que ella sea feliz, pero no feliz en general, sino feliz con él, que él sea el causante del clímax. Es la vanidad en vestimentas de generosidad, nos acota nuestro psicólogo. Ekaterina disfruta, cierra los ojos, arquea su preciosa espalda y Carlos levanta su rostro húmedo de sus piernas. Ella lo reclama pero él salta de la cama, se aleja contra un rincón y comienza a gritarle a su sexo, al tiempo que lo estruja entre sus manos; mientras camina, mira con indignación a su poco creciente sexo, pega pequeños saltos, desanda sus pasos, suda por cada poro de su piel y finalmente se deja caer en la alfombra, mirando vengativamente al techo y sin preocuparse del cristal disperso en la alfombra. Ekaterina ya duerme.
Es importante comprobar el resultado; como estamos viendo, Carlos superó los 90 grados de erección pero sólo los pudo mantener tres minutos cuarenta segundos. Un gran esfuerzo por no pasar a las semifinales pero que, sin embargo, no sirvió. Se abren las puertas de la pecera y sale Carlos caminado lentamente: un aplauso para nuestro participante!!! Bravo, Carlos!!! Un hueso duro de roer.
- Este juego es una mierda. Creí que podía perder mucho antes, que podía demostrar la fuerza de la voluntad ante que otra cosa pero fue todo muy fuerte.
- ¿Qué expectativas tiene con respecto a la gran semifinal?
- Quiero revancha. Quiero que vuelva Ekaterina y esta vez no la voy a dejar dormir.
- Un verdadero optimista del sexo.
- Voy a pensar mucho en los momentos donde me desconcentré. Creo que puedo perder de una manera mejor a esta en la cual gano; yo no soy materialista, no me importa un carajo …(perdón, me importa poco) el descapotable, yo quiero colectivizar a esa rusita y lo voy a hacer.
- Bravo Carlos!!! En momentos de profunda desesperanza y desconcierto como los que vive la nación, es preciso contar con miradas enérgicas como la suya. Mientras nuestros asistentes despiertan a la poco exigente Ekaterina, nosotros hacemos un breve receso y ya estamos de nuevo con 90 grados, el programa donde los que ganan, pierden!!!

6 comentarios:

Bruja dijo...

me encanta...
me encantas...

julieta eme dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
julieta eme dijo...

no entiendo qué es lo que tienen que hacer los concursantes para ganar el auto descapotable: ¿"no conseguir una erección a pesar de todas nuestras tentaciones" o conseguir una erección que dure 5 minutos o más?

Anónimo dijo...

"En momentos de profunda desesperanza y desconcierto como los que vive la nación, es preciso contar con miradas enérgicas como la suya"... ajajaja, genial!

Esto casi casi me gusta tanto como el PH indignado.

Anónimo dijo...

"En momentos de profunda desesperanza y desconcierto como los que vive la nación, es preciso contar con miradas enérgicas como la suya"... ajajaja, genial!

Esto casi casi me gusta tanto como el PH indignado.

Anónimo dijo...

Uy, perdon, fue sin querer queriendo.